23/05/2021
 Actualizado a 23/05/2021
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En época juvenil acostumbraba yo a ir al Alfageme, una de las tantas salas de cine de León ya inexistentes. Mi penuria económica solo me daba para la entrada más barata, general asentamiento en la parte alta, gallinero o, eufemísticamente, paraíso. Recuerdo que lo que se proyectaba aquel día era una película de los hermanos Marx. Costaba 1,50 pesetas, menos de un céntimo de euro. Junto a mí, una pareja de calós cascaba abundantemente pipas de girasol. En aquella época se podía comer y fumar en las salas de cine. Metieron las cáscaras en una bolsa, le dieron forma de cucurucho con papel de periódico y, una vez llena, cayó como granizo en las butacas de patio al grito estridente: ¡Ala!, pa los ricos. Se armó la marimorena. Todavía oigo debajo las voces: ¡cabrones!, ¡hijos de puta!

Esto que me ocurrió en el teatro Alfageme, viene a cuento de lo que está haciendo Marruecos con cientos de niños y jóvenes subsaharianos y del propio país, abriendo de par en par la frontera con Ceuta, principalmente por la playa de El Tarajal. El Gobierno marroquí, a través de su embajadora en España, ha hecho saber lo oneroso para Marruecos que hayamos acogido, hospitalizado en Logroño, al «verdugo y asesino» (sic) dirigente del Frente Polisario, organización que lucha por la independencia del Sahara. Pero esta tempestad invasora es, sin duda, una maniobra política irregular más, porque España sigue sin reconocer a Marruecos su dominio en el antiguo Sahara español. A la barbarie marroquí hay que añadir el poco tacto del gobierno español en este asunto.

Además del Sahara, Marruecos nunca ha renunciado a conseguir la anexión de Ceuta y de Melilla. Como no lo puede hacer militarmente, lo hace utilizando pobres gentes como proyectiles. U otras argucias como lo del islote de Perejil. O aprovechamiento de nuestras y sus propias debilidades, como fue lo de la ‘marcha verde’.

Con Franco agonizante, el rey de Marruecos, Hasan II, según algunos autores, veía su trono amenazado por una prolongada crisis interna, que incluso llevó al ejército a protagonizar dos golpes de Estado, en 1971 y 1972. En abril de 1975, la llamada ‘marcha verde’ hacia el Sahara español serviría para desviar la atención interna. Era una marcha ‘pacífica’, como la de ahora, esto es, principalmente de niños y mujeres para ocupar el territorio del Sahara español. A esta columna de civiles se añadía por la parte Este 25.000 soldados de las Fuerzas Armadas Reales. Estados Unidos y Francia dieron el beneplácito a la anexión. Y España pondría fin a su presencia en el Sahara en febrero de 1976, bajo la condición de un referéndum que Marruecos nunca ha reconocido.

De lo más sobresaliente en la playa de El Tarajal es la conducta de un guardia civil salvando a un niño de corta edad que apenas flotaba sujeto con lazos a la espalada de su madre: Y la de una voluntaria de la Cruz Roja que abrazó a un joven subsahariano que llegaba extenuado a la playa. Este pormenor ha servido para que un par de periodistas e infames redes sociales calificasen a la joven de sexista, a la que solo le importaba que le tocaran los pechos. Es repugnante. Pero, del rescate del guardia civil, ni palabra. La ultraderecha de Vox, en un «gesto típico de su reconocidaayuda humanitaria», no admite la acogida en España de ningún menor no acompañado (mena), por la seguridad que hoy está en cierne, pero mañana será un delincuente peligroso. Ya lo ha hecho constar en Andalucía: «Si un solo mena es cobijado aquí, nosotros romperemos el pacto de gobierno». Es para eso...y no echar gota.
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