Al olvido le creció una Cruz

19/09/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Al olvido le ha crecido una Cruz. Una cruz en memoria de los muertos que viven allí, en otro de esos pueblos donde también se han ido casi todos los vivos, un cruz en medio de un cementerio que se abre apenas una vez al año y donde sólo siegan la hierba hecha maleza cuando se acerca el Día de Todos los Santos y regresan los que se fueron al fugaz reencuentro con las raíces.

Aunque en este mismo pueblo de la Cruz y la maleza, el Día de Todos los Santos una anciana mujer vuelve a llorar, como cada año, porque a ella también le gustaría saber dónde está la Cruz de su padre, o cuando menos un hueso que haya sido suyo, no pide más, para poder ponerle una flor y rezarle algo, como reza por los otros familiares muertos y enterrados allí, en su nicho.

En la esquina de este cementerio de la Cruz y la maleza apareció durante muchos años un ramo de flores, el 1 de noviembre ya estaba allí pero nadie había visto quién lo puso y nadie sabía exactamente –más allá de la leyenda en voz baja– para quién era. Ninguna cinta, ninguna palabra, ninguna pista.

Después de varios años sin flores llegaron para excavar en aquel rincón. Aparecieron cuatro esqueletos, en silencio miraba cada día el hijo de quien año tras año llevó las flores, hasta su muerte. No dijo ni una palabra.

Pero ahora sabe que esa Cruz y esa maleza es la de todos.
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