Adiós al exminero Maxi 'El Grillo', el último de Casetas

Máximo Álvarez sobrevivió por casualidad al terrible accidente de 'los 14 de Casetas' y se quedó como último habitante del poblado minero en el que trabajó

Fulgencio Fernández
01/01/2021
 Actualizado a 01/01/2021
Maxi con su mujer, Isabel, en su casa del poblado de Casetas. | MAURICIO PEÑA
Maxi con su mujer, Isabel, en su casa del poblado de Casetas. | MAURICIO PEÑA
El 2020 fue el año más cruel para la minería leonesa y se despidió llevándose en su última noche a quien se había convertido en uno de los símbolos de este duro oficio, el entrañable Máximo Álvarez Andrés, para todos Maxi el de Casetas y Maxi El Grillo, un apodo que habla de su carácter abierto y afable. «Cuando entré de guaje a la mina le cantaba coplas pícaras al picador para el que trabajaba y decía ‘el guaje mío canta como un grillo’ y con El Grillo me quedé, que no me parece mal ¿porqué iba a parecerme mal?». No solo coplas pícaras cantaba Maxi, que te recordaba muchas veces otras con las que él cantaba su vida: «Cuándo querrá Dios del cielo/ que se ponga el pan barato/ para que mi barriguina/ no pase tan malos ratos». Y es que Maxi jamás ocultaba, más bien se sentía orgulloso, una vida dura, de mucho trabajo, desde niño, para sacar adelante una familia. Y la sacó, «que ahí están todos… bueno, con Isabel, que también trabajó y no poco».

Maxi era el símbolo de una minería que ya no existía antes de morir definitivamente en este 2020, de la vieja minería, la de los accidentes, la de los menguados sueldos, el de la silicosis y, sin embargo, la del orgullo de ser minero. Tanto que Maxi, al que llamábamos el de Casetas, se quedó a vivir como único vecino en el poblado minero. «Cuando paseo por las calles, entre edificios ya derrumbados, sueño con aquellos tiempos en los que estaba la mina, aquellos trabajos, recuerdo las 7.042 pesetas que me quedaron de retiro al jubilarme por silicosis. Menos mal que tenía ganado porque con ese retiro»… Y en su recorrido por el pueblo siempre te llevaba hasta la ya destrozada cantina y los restos de la oficina de las minas de Esteban Corral en Casetas, pues allí estaba la memoria de un hecho que marcó su vida, el terrible de ‘Los 14 de Casetas’, en el que él salvó la vida de pura casualidad . «Aquel día entrábamos más tarde, a las doce y media, un cuñado y yo porque nos habían mandado a domar un buey para que tirara de los vagones. Aquí estábamos esperando y mi cuñado dijo, yo voy ya de camino, pero yo esperé ‘hasta las doce y media’. Cuando iba de camino escuché la tremenda explosión, vi la lengua de fuego que quemó los sembrados de la bocamina… y allí estaba, entre los muertos mi cuñado. Y otros 13».

La descripción que Maxi hacía del accidente es la mejor tesis escrita sobre la mina: «Uno no aparecía por ninguna parte, hasta que lo encontramos en una especie de arcón de madera, se quiso proteger pero lo calcinó… No se me han borrado de la cabeza aquellos cuerpos abrasados, negros, se les caía la piel a tiras… Mira, en este edificio estaban los 14 ataúdes, cuando paso por aquí los vuelvo a ver».

Y en ese momento es cuando Maxi decía una de sus frases más recordadas: «Es que, amigo, la mina es hembra, pero se ha llevado por delante a muchos machos».

Maxi se salvó de aquel terrible accidente, pero también sufrió algún otro. «En el que peor me vi, creí morir, de verdad, fue una vez que quedé enterrado, sólo me quedaron fuera del montón de tierra y carbón la cabeza y una mano. Con la mano libre golpeaba en un madero que estaba cerca y gracias al ruido que hacía me localizaron, estuve allí unas dos horas, pero me pareció todo el siglo XX». Y recordaba otra jornada en la que no sufrió accidente pero «como si lo fuera. Trabajaba de ramplero y vi que él agua iba a tapar un pozo, me metí con el agua hasta la cintura y estuve ocho horas sin salir de allí… pero el pozo no se cegó».

Muchas historias pues Maxi fue de los que entró en la mina antes de la edad legal, con 14 años. «Entonces se falsificaba mucho la edad, lo primero es comer y hacía falta en casa, que éramos 10 hermanos. Entonces no había televisión y las noches son tan largas en invierno».

En más de treinta años de mina paso por todos los oficios (de señalista a picador) y por varias minas de León y Asturias: «Donde más estuve fue en La Única de Casetas, pero también trabajé en los famosos pozos de El Sotón y Venturo, en San Martín del Rey Aurelio; en La Herrera 2 de Sotillos y ya Casetas», donde se jubiló con aquellas 7.042 pesetas y donde vivió hasta su último día, paseando por sus callejas, orgulloso de su familia. «Un nieto, Javier, estudió Derecho todo con matrículas y vino aquí a preparar las oposiciones. Iba leyendo leyes en voz alta y el perro al lado, sabe más Derecho el perro que los señores ministros».

Maxi había nacido en Villacontilde, en el 33, años duros y con 10 hermanos, en una familia muy humilde. «Mis padres eran lo que se llamaba entonces caseros, trabajaban la hacienda de otro. Fíjate si éramos pobres que yo nací desnudo pero traía las manos en los bolsos para no pasar frío… pobres pero listos».

Pastor con 8 años, minero con 14

Así contaba Maxi las cosas. El frío le marcó. Con tan solo ocho años se fue de «criado para las vacas, por la comida. Estuve allí para los Argüellos, en Gete, en Rodillazo, en Nocedo, en Valdeteja, solo en el monte con las vacas, estaba más frío que el hocico de un oso… por eso, nada más que pude marché para la mina».

Con el año se apagó Maxi, el de Casetas, El Grillo, un excelente contador de historias, un gran paisano siempre con la puerta de su casa abierta, uno de los últimos de una raza que se extingue sin remedio. Cuando en el segundo día de este año de esperanzas la tierra del cementerio de Oceja de Valdellorma reciba el cuerpo de Maxi es imposible que nos hagamos una idea de lo que hemos perdido. Sólo Isabel lo sabe, porque es de su misma raza. Fuerza.
Archivado en
Lo más leído