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Abonados a la cultura

10/10/2021
 Actualizado a 10/10/2021
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El otro fin de semana estuvimos con Los Punsetes en el Come y Calle de San Froilán, el primer concierto de pie y bailando en año y medio. Para nosotros y para ellos. Estuvo bien que fuese en León, que hubiese más gente que en la guerra, que acompañase ese fresquín otoñal de cuando las puestas de sol son insuperables. Tal vez la clave, decía el grupo, era montar algo con ‘food trucks’ –las ‘furgallas’ del ‘zampe’ de toda la vida–, como si ése fuese un agujero legal para que nos podamos soltar toda la mierda que se nos ha ido pegando en este periodo.

Luego han venido otros conciertos, en Bilbao o Madrid, con las caras empapadas en lágrimas de alegría. Y está bien. Otra cosa son las medidas absolutamente demenciales para el regreso a los garitos y otros lugares de ocio. Por ejemplo, en el País Vasco sólo se podrá consumir agua en las salas de cine, con lo que las palomitas quedan completamente fuera de la legalidad, cual peligroso vector de transmisión de virus. En Madrid, por su parte, se puede ‘menear el esqueleto’ en los locales nocturnos, pero con mascarilla y sin consumir ningún bebedizo en la pista de baile, actividad ésta que queda restringida a la barra o las mesas, siempre sentados.

Paralelamente, el Gobierno ha anunciado un bono cultural de 400 euros para la chavalería que cumpla 18 años en 2022. Además de haber dado lugar a bastante risión con los ‘memes’ y las bromas –Españita siempre será casi insuperable en este aspecto, sólo por detrás de Argentina y México–, ha habido unanimidad en que la medida será un sumidero para el pufo, el trapicheo y la trampa. Es decir: ¿es posible que esos 400 ‘barbos’ no acaben casi íntegramente destinados al consumo de alcohol? Imaginemos la situación: una sesión de Alexander Kowalski de techno ‘patapum’ de ése que retumba en el pecho hasta desplazarte internamente varios órganos, al módico precio de 20 euros con dos consumiciones. Ah, no, eso no, que no es cultura. ¿Y ver a Silvio Rodríguez –flamante Premio Leteo, por otra parte, en un acto bendecido por el propio alcalde de la capital provincial– sí? ¿Quién establecerá el baremo? Y, sobre todo, ¿quién lo hará en esta tierra tan propicia a la picaresca y el timo? Pongámonos en otro caso: los videojuegos. Interesante melón ahí: fundir toda la pasta en ampliaciones del ‘Fortnite’. O ir más allá y especular y revender tu bono, como lobeznos de Wall Street, igual que antaño los mayores compraban alcohol a los menores para burlar la normativa. Habrá que pillar palomitas para ver cómo acaba.
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