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A vueltas con la eutanasia (y 2)

15/12/2020
 Actualizado a 15/12/2020
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Cuando la semana pasada publiqué el artículo sobre la eutanasia (‘Menos eutanasia, más paliativos’), algunos amigos me dijeron que les gustó pero que estaban a favor de la eutanasia. Que, respetando mi punto de vista, no estaban de acuerdo. Me contaban sus experiencias y cómo habían vivido el fallecimiento de algún familiar. Con drama, algunos. Mi respuesta fue agradecer los comentarios y guardar silencio. Cada uno, al final, tiene sus vivencias propias y ante el dolor ajeno mejor acercarse de puntillas, de rodillas.

Para mí la vida es un valor objetivo en sí mismo, un bien, independientemente de lo que uno piense o desee. La vida vale siempre y en cada momento, aunque en determinados momentos la persona «pierda capacidades», o «no sea útil», o sea «muy costosa» o «no le encuentre sentido». Deberíamos reverenciar a cada ser humano al margen de sus circunstancias e intentar que cada momento de su vida sea significativo. Entiendo que las personas que comparten la nueva ley tienen un concepto diferente de la vida, como un soporte biológico de la existencia individual sobre el que cada uno ejerce un dominio y que tiene el valor que la persona, en uso de su autonomía, le quiera dar en cada momento, de tal manera que, si es insatisfactoria o se convierte en una carga, puede disponer legítimamente de ella. La muerte, entonces, ya no es un acontecimiento sino una decisión que corresponde a cada cual tomar. Y el Estado ¿acaso puede ser neutral ante estas dos concepciones morales contrarias?: Imposible. O protege la vida humana como un bien primario que posibilita toda suerte de realización humana o protege el ejercicio de la autonomía del individuo sobre su propia vida. Mucho me temo que, al decantarse por esa segunda opción, el Estado no se preocupará tanto por garantizar las condiciones de vida dignas para todos en todo momento y que incluye la universalización de los cuidados paliativos (oferta incondicional de cuidados integrales al final de la vida), entre otros motivos por la escasez de recursos públicos para atender a una sociedad como la nuestra cada vez más envejecida.

Cuando el mujik Guerasim ve a su señor como a alguien próximo y necesitado a quien cuidar, Ivan Illich reencuentra su sentido (‘La muerte de Ivan Illich’). Cuando la hermana de Gregor Samsa le dice que ya no es uno más de su familia, no encuentra más alternativa que la muerte (‘La metamorfosis’).
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