18/11/2016
 Actualizado a 02/09/2017
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No me gusta la política y mucho menos hablar de ella. Quizá sea cuestión de ese desencanto que invade a buena parte de los votantes de este país que ya pasan hasta de ejercer su derecho. Esa necesidad de coger el mando cada vez que Mariano aparece en el plasma no es cuestión de que nos guste más ver la bazofia de Mujeres, hombres y viceversa o el Sálvame deportivo a la hora del ‘parte’ –que en algunos casos también–, si no de la pereza que nos provocan esos que dicen representarnos y que ayer pusieron su mejor corbata para abrir oficialmente la legislatura del diálogo.
Eso sí, este extremo del que tanto presume nuestro presidente no está todavía confirmado, a juzgar por las peleas que tienen día sí y día también en ese lugar de supuesto trabajo convertido en un circo con tres centenares y medio de malabaristas. 350 diputados que pueden ser, perfectamente, los culpables de que se cubran las plazas de un curso universitario sobre la filosofía de Homer Simpson que aunque parezca una noticia del Mundo Today es verídica. Cuatro de ellos en representación de los leoneses, aunque el nombre de la provincia no se escuche mucho en Madrid y algunos pasen sin pena ni gloria por el Congreso.
Pero se acabaron los once meses de vacaciones entre doble cita electoral, pactos y legislatura breve, no quieran imitar por más tiempo al padre de familia de ‘los amarillos’. ¡A trabajar!
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