26/09/2021
 Actualizado a 26/09/2021
Guardar
Cada letra que escriba en esta columna me acerca al final de una maravillosa etapa que inicié hace ya más de dos años. Estos son los últimos dos mil cien caracteres que escribo en este diario, la última vez que envio el correo con el texto a mis compañeros y la última ocasión en la que me dirijo a unos magníficos lectores. Ciento once son las columnas que he escrito hasta la fecha y esta, aunque no sea una cifra agradable, es ya la ciento doce. El número al que llamas cuando la vida corre peligro, aunque nada más lejos de la realidad. Quizá hoy acaba –temporalmente– mi andadura como columnista y redactora en prensa, pero eso no supone la llegada del silencio.

Dediqué mis primeras líneas a las 1.012 asesinadas que se habían contabilizado a fecha del tres de agosto de 2019. En esta última, ellas no podían ser menos. Hoy, veintiseis de septiembre de 2021, son 1.113. Y no olvidemos que las cifras oficiales no tienen en cuenta aquellos asesinatos en los que el agresor no es la pareja o expareja. Queda mucho por recorrer y seguiremos luchando hasta que no haya nada por lo que reivindicarse.

Reconozco que en ocasiones me he quedado en blanco, he sentido que ningún tema era lo suficientemente bueno como para dedicarle estas líneas o no he estado orgullosa del texto que había escrito. Sin embargo, estos dos años escribiendo columnas me han permitido mejorar como profesional y, sobre todo, como persona. Seré mejor o peor con las palabras –eso lo dejo al gusto y las preferencias de cada uno–, pero esta es mi versión más natural. Solo puedo dar las gracias a todos y cada uno de mis compañeros, así como a quienes me hayáis leído cada semana, por dejar que me muestre como un libro abierto.

Solo quedan cuatrocientos caracteres para culminar esta maravillosa aventura y es el final que más me cuesta escribir –y mirad que ha habido textos enteros en los que tecleaba como pollo sin cabeza– porque un adiós nunca es agradable. Aun así, esto no es una despedida definitiva, es un hasta luego. A ti, León, que tanto me has dado, solo puedo darte las gracias. Volveré, lo prometo; me lo prometo. Eternas gracias de la madrileña.
Lo más leído