16/11/2019
 Actualizado a 16/11/2019
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En penumbra, apenas vislumbrando los contornos de las cosas, intuyendo pero sin tener la certeza de la totalidad del paisaje. Así amanecen estos días para ellos, los protagonistas del gran teatro político, y para nosotros. Estupefactos por la celeridad con que se precipitan los acontecimientos tras los tediosos meses que nos precipitaron a una nueva toma de decisiones.

Asombrados ante la crónica diaria de las intrigas postelectorales tras la resaca del domingo. Y así, como en modo crepuscular intuimos que se están gestando grandes proyectos, fraguando decisiones de calado. Que se cuecen en marmitas ajenas los más elaborados guisos y se reparten las viandas entre los comensales. Una repartición desigual que igual deja más de un plato vacío en beneficio de aquellos que más hayan apoquinado. Mientras la multitud se pasea ingenua a la intemperie mirando de vez en cuando los escaparates mediáticos y elevando la mirada al cielo para ver si volverá a caer otra copiosa nevada como la del jueves por la noche o acudiendo al cajero más próximo para observar los movimientos del mes.

Y mientras tanto, de puertas adentro se deciden los destinos, las haciendas y los presupuestos. Es al cobijo de las paredes cómplices donde los amantes se susurran las promesas en medio del frenesí amoroso. La luz tenue favorece la ensoñación y la idealización. No se aprecian los defectos, se enmascaran las deformidades. A media luz como en el tango de Gardel : Y todo a media luz, que es un brujo el amor, a media luz los besos, a media luz los dos, y todo a media luz, crepúsculo interior, qué suave terciopelo, la media luz de amor. Lejos quedan , pero llegarán, esas penas de amor que como dijo el filósofo Fernando Savater, no serán sino penas de amor propio.

Conversaciones de pactos políticos, de cesiones y concesiones a pecho descubierto, los contubernios que propician caídas y defenestraciones: adversarios derrocados, enemigos derrotados, amantes ninguneados. Es el juego de la seducción aplicado a la política. El galanteo amoroso que va innato a la conquista del poder. Susurros tenues con miradas cómplices para convencerles de la necesidad de ir juntos de la mano por el bien de todos. Palabras de satén para embriagar al oponente, promesas de paraísos.

Es en la tenue luz donde afloran los secretos y se propicia la confidencia. Donde vuelan las caricias. A la trémula luz de las velas se dieron el abrazo definitivo para asegurar un futuro de paz, bienestar y prosperidad.
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