Encima de cada balón reposan sueños diferentes, que no todo el mundo juega la final de las Champions, ni se retira como Kroos, ni siquiera sufre las penurias de Lamine, que para sí quisieran el 99,999999% de los que en cualquier campo posan sus sueños sobre un balón.
De todas las épicas crónicas que cada día leí de «la 15», buscando ideas para ese esperado día que ascienda la Cultural, me sedujo una idea, la de una vieja leyenda de algún país lejano. Cuenta la misma que un día cayó en medio de un montón de abono de un pequeño poblado un enorme pájaro blanco que atrapado en el abono era incapaz de levantar el vuelo y volver a sus cielos. Ante esta impotencia emitía a lo largo de toda la noche terribles gritos de dolor que no dejaban dormir a ninguno de los vecinos del poblado que, rendidos de tantas noches sin dormir, tomaron la drástica decisión de matar al enorme pájaro blanco. Se lo encargaron al mejor cazador del pueblo que antes de ejecutar el encargo les hizo a sus vecinos una inquietante pregunta: «¿Y si fuera un ángel caído?».
El miedo a que fuera un ángel, caído pero a fin de cuentas ángel, salvó al animal de una muerte ya sentenciada.
Pudiera ser que estos alemanes que sucumbieron ante el enorme pájaro blanco el pasado sábado hubieran decidido matarlo, deportivamente hablando, pero alguien les dijo en el descanso que podría ser un ángel.