02/12/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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En los ochenta, en León, cada vez que un macarra se compraba un coche iba a probarlo a la autopista. No hacían falta muchos más detalles, porque la León-Campomanes era la única, el primer doble carril que cataron la inmensa mayoría de los leoneses, lo más parecido a un circuito de carreras para la época. Salían de los concesionarios con los Renault 5 Copa Turbo, los Opel Kadett GSI o los Golf GTI y, antes de ponerles alerones en el techo y pegatinas de llamaradas en las puertas, iban a probarlos hasta Asturias. «Una hora de Oviedo a aquí», decían al bajarse, prender un Winston del paquete que sostenían en la manga, con la presión del bíceps, y cerrar el coche desde la terraza del bar, para que todos viéramos que tenían mando a distancia. No sabían que ese tiempo, en realidad, era lo razonable, pero, como razonar se razonaba más bien poco, pronto empezaron los piques y las leyendas del tipo «fui a Oviedo con uno de mi pueblo a fuego, sin bajar de 200, y tardamos media hora», aunque luego le preguntabas y no recordaba haber pasado por ningún puente colgante ni haber atravesado ningún túnel. Hasta que no conocimos otras autopistas, obviamente lejos de esta provincia, hasta que no descubrimos que las había exactamente iguales pero sin peajes y que las llamaban autovías, no nos dimos cuenta de que la inmensa mayoría del trazado de la AP-66, en realidad, es como para no pasar de 80 km/h. Esas cosas van surgiendo con el tiempo, como la melancolía. Tardaron décadas en aparecer los románticos de «es que a mí me gusta ir por Pajares por ir viendo el paisaje», tanto como tardó la empresa adjudicataria en disparar el precio del peaje, que ahora muchos leoneses y asturianos prefieren gastar en chorizo o cecina en Villamanín o Busdongo. Y, claro, cada año que pasa, por el precio del peaje pueden comprar más chorizo, de modo que se nos disparan los románticos y los triglicéridos. Luego nos hicieron la autovía a Benavente y, cuando por fin la inauguraron, nos quedamos con la sensación de que nos la habían hecho porque no les quedaba más remedio, porque estamos de camino entre Madrid y Asturias, ya que no pasaba ni siquiera cerca de la capital y tardaron aún más de diez años en completar el acceso. Aquel dúo cómico del género sin gracia que formaban Aznar y Álvarez-Cascos se apuntaron el tanto de ésa y del resto de las autovías que dan continuidad a la que fue ‘nuestra primera autopista Chispas’, tanto por Asturias como por León, pero también fueron los encargados de ampliar la concesión a la empresa que la explota (y, de paso, también a nosotros) nada más y nada menos que en medio siglo. Ahora el gobierno se ha puesto a suprimir peajes, en Burgos desde ayer y en Cádiz próximamente, y, como era de prever, surge la palabra agravio en todos los discursos y a los dos lados de la cordillera. La varita mágica del ministerio de Fomento y la chequera del ministerio de Hacienda convierten las autopistas en autovías y es cuando en esta tierra nos acordamos de que, aquí, sufrimos algunos de los peajes más sangrantes de la red viaria nacional. No nos acordamos, en cambio, de que para la eliminación de los mencionados peajes ha sido fundamental el activismo de las plataformas de usuarios, que llevan años bregando y dando la vara a políticos de todos los partidos, que se han unido y han sumado la fuerza de sus reivindicaciones por toda España. Aquí, en cambio, nos gusta manifestarnos sólo cuando no es contra nadie en concreto. Cualquier día exigiremos que creen un emoticono con el típico saludo leonés, la carita arqueando tímidamente las cejas, ése que te cuenta como un saludo si te corresponden y como un tic nervioso si no.
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