75 años de los "arrancados" de su tierra

Los vecinos de Oliegos fueron desalojados de su pueblo para cerrar el pantano de Villameca, en 1945, hace 75 años, con métodos de la época, cargando sus pertenencias en carros para ir hasta Porqueros y de allí ir en tren a Foncastín, un pueblo que eran las caballerizas de ‘la finca del Marqués’

Fulgencio Fernández
05/08/2020
 Actualizado a 05/08/2020
La imagen –de la Filmóteca Nacional– lo explica todo, los vecinos debieron cargar sus enseres en carros y abandonar sus casas y su pueblo en invierno.
La imagen –de la Filmóteca Nacional– lo explica todo, los vecinos debieron cargar sus enseres en carros y abandonar sus casas y su pueblo en invierno.
«Lo que más tristeza me produjo es que abandonar el pueblo con nuestros carros cargados de las pocas cosas que nos podíamos llevar quise parar en el cementerio, donde estaban los míos, para rezar por última vez, antes de que los tapara el agua,y no nos dejaron. Es una pena que siempre la he llevado conmigo». Son las palabras de una de aquellas mujeres de Oliegos que en aquellos días grises y tristes de finales de noviembre (del 28 al 30) de 1945 tuvieron que cargar su vida en un carro, ir caminando hasta Porqueros y allí montar en los trenes que les llevarían a su nuevo pueblo, aquel que les habían asignado las autoridades de la época en la provincia de Valladolid. Foncastín se llama. Durante un tiempo fue Foncastín de Oliegos pero ya ni siquiera lo es, aunque aún quedan algunos vecinos de aquellos que hace 75 años abandonaron Oliegos, eran unos niños, uno de ellos incluso nació en el tren, Elías.

Hay que ponerse en situación. Año 1945, y arrancan aquellos años en los que el llamado régimen siembra de pantanos algunas provincias como León, vacía pueblos y comarcas «en aras del progreso» y apelando a la solidaridad. Y uno de los primeros pantanos en cerrarse es el de Villameca, lo que supone la muerte del pueblo de Oliegos, aquel que fue arrancado de sus casas en unos grises de invierno y enviados a Foncastín, en la provincia de Valladolid. Cargaron «cuatro cosas» en carros y se fueron en silencio, ¿alguien se imagina la posibilidad de protestar? Franco había decidido hacer pantanos y Arias Navarro era el todopoderoso gobernador de León. Ver las fotografías de la época con los vecinos saludando brazo en alto o «entregando regalosal Generalísimo Franco»completan la estampa y la circunstancia de los tiempos.

Así marcharon, en silencio, sin poderse detener ni a rezar en el cementerio. Es curioso, por decirlo de alguna manera, un documental de la época de una especie de NoDo que se titulaba ‘Reportajes sindicales’ que narraba lo que llamaba el éxodo de Oliegos hacia Foncastín. Arranca con un cartel en el que se lee: «El traslado de los vecinos de Oliegos hacía otras tierras más fértiles fue realizado por la Obra Sindical de Colonización...».

Lo que se les olvida contar del ‘eufemismo’ de tierras más fértiles es que aquel Foncastín al que les llevaron «ni siquiera era un pueblo, eran las caballerizas de lo que allí llamaban la Finca del Marqués», en referencia al personaje al que pagaron una suculenta expropiación por una tierras «que eran un pedregal», a decir de los vecinos que allí llegaron.
Hasta tal punto no era pueblo que algunos vecinos regresaron a Oliegos y se llevaron las campanas para colocarlas en lo que iba a ser su iglesia en su nuevo pueblo.

En 2016 estuvimos en Foncastín —con Solito Trovador, Javi Morán y Abel Aparicio— en un filandón con los vecinos que aún vivían y habían nacido en Oliegos —Dorindo, Anibal, Rosi Castellano o Alfredo, el que nació en el tren— y contaban cómo se siguen sintiendo de Oliegos: «¿De dónde vamos a ser?, de donde somos» y cuentan cómo la vida en aquel pueblo ya no es como cuando llegaron «nuestros padres, que nosotros éramos unos niños». Es la comarca de los vinos de Rueda y todo ha cambiado, pero los recuerdos siguen vivos. Alfredo insiste en el mismo recuerdo de la mujer que no se pudo detener a rezar: «Una cosa que hicieron muy mal fue tapar el cementerio sin más ni más. Podían haber sacado los restos, hacer algo, pero para mucha gente fue muy duro pasar por el cementerio y ver que todos sus familiares iban a ser ahogados como el resto del pueblo».

A esas gentes vuelven a recordar este verano. Y bien que lo merecen.
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