18/06/2021
 Actualizado a 18/06/2021
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Alguna vez les he comentado que vivimos en una sociedad líquida, como dijo Zygmunt Bauman, en la que todo transcurre con tanta velocidad, que nos es imposible tener grandes certezas que nos aporten certidumbre a cada uno de nosotros como individuos y a la sociedad en general.

Ya saben el dicho aquel de «lo bueno, si breve, dos veces bueno», sin embargo, hay aspectos de nuestra vida en los que la brevedad puede ser sinónimo de baja calidad, como en la cocina, de falta de salud, como en el dormir, o incluso de trauma como en los ‘deportes de alcoba’. También hay casos más llamativos en los que la brevedad puede ser sinónimo por un lado del ridículo más espantoso y, por otro lado, de un terrible insulto a la inteligencia del ciudadano. Me refiero al bochornoso espectáculo al que asistimos hace unos días de Pedro Sánchez asaltando a la carrera al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en la cumbre de la OTAN, para conseguir 29 segundos de conversación forzada en la que el pobre Biden parecía que lo que más le urgía era ir al servicio a orinar. Ha sido tal el ridículo al que hemos asistido, que prácticamente ha pasado desapercibida la auténtica noticia, que España será sede de la cumbre de la OTAN en 2022.

Se ha dicho mucho sobre esos 29 segundos de vergüenza, que según Sánchez le sirvieron para arreglar los problemas de medio mundo, pero a mí me recordaron al típico chaval que cree tener una idea empresarial revolucionaria que le va a hacer millonario y se cuela en el ascensor con un posible inversor para soltarle un discurso ensayado y cronometrado en lo que tarda el ascensor en subir a la última planta del edificio y que vengan los de seguridad a echarle.

La foto y el titular fácil es lo único que le importa a este Gobierno para agarrarse a su poltrona, mientras da la espalda a los problemas cotidianos más acuciantes en España y se empeña en hacer cada día más difícil al ciudadano.

Hagan repaso de cualquier promesa que Sánchez haya hecho desde que es personaje público y verán que sistemáticamente su objetivo principal es incumplirla, buscando el límite a la paciencia de los españoles. El próximo mes, cuando les llegue el recibo de la luz, compárenlo con el de meses pasados y disfruten de lo votado. Tampoco se sorprendan cuando echen combustible al coche, ni piensen que su depósito ha aumentado de capacidad al ver como van volando los dígitos de los euros a pagar. Lo que más me llama la atención es cómo la gente aguanta estas tomaduras de pelo y ese atropello a sus derechos sin salir a la calle a quejarse por los recortes.

Mientras tanto, los ciudadanos de izquierdas, a los que les encanta ir detrás de una pancarta y tocar el silbato, permanecen tranquilos y satisfechos en sus casas, esperando pacientemente a que gobierne la derecha para salir, esa vez sí, a manifestarse.
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