25 de noviembre: una fecha socialmente imprescindible

Teresa Fernández
25/11/2022
 Actualizado a 25/11/2022
1171 víctimas mortales por violencia de género desde el 1 de enero de 2003 hasta hoy, 24 de noviembre de 2022, en España. Subrayo la fecha porque hoy mismo, quizás mañana, el dato puede quedar desactualizado. En lo que va de año se cuentan ya 38 mujeres asesinadas.

Al acercarse el Día Internacional contra la Violencia de Género vemos cómo emergen datos y cifras que, durante el resto del tiempo, permanecen solapadas por el devenir de la vida diaria. Esta semana se conoció que, en León, provincia calificada como segura en el país, se condenó a 149 hombres en 2021 por delitos de violencia de género. Supone una media de tres a la semana. La perspectiva se completa con 882 denuncias por malos tratos en nuestra provincia. Este es el drama de la violencia de género. El lugar puede percibirse tranquilo, pero la violencia de género subyace en la sociedad.

Si estos son los datos registrados –denuncias, condenas judiciales–, hay otras agresiones ocultas, otra violencia de género que no se ve. La sufren mujeres dominadas por sus maltratadores, víctimas que perdonan una paliza pensando que será la última, mujeres sin posibilidades económicas para actuar libremente, aquellas que están condicionadas por circunstancias sociales, o que tienen hijos y no quieren desencadenar reacciones que puedan afectarlos, o simplemente, que tienen miedo.

El miedo es uno de los factores que influye en que la violencia de género se perpetúe. Miedo a transitar una calle de noche, miedo a poner una denuncia… A las mujeres nos lo inculcan desde que nacemos; prosigue instalado en esta sociedad patriarcal, en la que nos abrimos hueco a base de valentía y arrojo, aunque a veces lo paguemos con la vida.

Este verano vivimos el miedo a la sumisión química. De esta nueva violencia, dice el informe del Ministerio del Interior, son víctimas una de cada tres mujeres agredidas sexualmente. Incluso sin sustancias químicas fue diversión de desalmados, que tomaron eso de ‘pinchar’ a las mujeres como un esparcimiento veraniego. El refinamiento del patriarcado en forma de jeringuilla. La destrucción implícita de los valores sociales y del respeto a las mujeres. Hay quien piensa que ya pasó, pero sus daños dejan huella. El miedo se aferra a las mujeres, nos acompaña como una sombra inevitable.

Instalado en nuestra sociedad, el patriarcado se alienta por discursos antifeministas que promueven la eliminación de leyes que protegen a la mujer. Abogan por equiparar la violencia de género a cualquier otro delito; dejar de reconocer la peculiaridad de la misma. Pero la violencia de género tiene un componente adicional que otros delitos no tienen: algunos hombres nos pegan, nos matan, nos violan, nos utilizan por ser mujeres. Por tanto, son necesarias leyes específicas que nos protejan.

No se pueden admitir discursos hipócritas de partidos políticos que claman por las víctimas del terrorismo, afortunadamente erradicado del país hace ya 13 años, pero que niegan que las 38 mujeres asesinadas este año se diferencien del resto de asesinados por su condición femenina. Quien lanza esos discursos, perpetúa esta malformación social y la acrecienta.

El 23 de septiembre se celebra el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Mujeres, Niñas y Niños. Ese día se celebró una concentración en la Plaza de Botines, organizada por asociaciones feministas, contra la explotación sexual. Se leyó un manifiesto, mientras los viandantes pasaban de largo o se detenían unos minutos a escuchar. Entre ellos, hubo un hombre que se detuvo frente a las allí concentradas, nos miró y lanzó un «valientes hijas de p…» que todas escuchamos. Esto solo es un ejemplo de lo que vivimos las mujeres por serlo.

Busquemos soluciones. Hasta ahora, las medidas recaen en las víctimas: tapa tu vaso, no vayas sola, no te vistas así, vuelve en taxi, no bebas… Medidas que penalizan todavía más la vida de las mujeres. Nos hacen doblemente víctimas: del miedo y del cuidado. Necesitamos medidas educativas desde la infancia para que algunos hombres no terminen convirtiéndose en agresores. Debemos empezar por algo tan sencillo como: «niño, eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca», parafraseando al gran Serrat. A la mujer no se la insulta, no se la pega, no se la toca.

Estamos rodeadas de hombres que nos quieren y a los que queremos. Tenemos padres, hermanos, hijos, pareja, sobrinos, amigos… Nunca generalizamos en todos los hombres como agresores per se. Cada vez más hombres se implican contra la violencia de género, contra la prostitución y la trata de seres humanos –casi siempre mujeres, niñas y niños–. Es la forma de conseguir una sociedad más justa e igualitaria. Una colectividad más feliz, donde impere el respeto sin miedo. Somos mujeres: seres humanos iguales en derechos ante la ley, pero desiguales en vidas, cercenadas por asesinatos machistas. La víctima es asesinada, pero todo su entorno familiar y social sufren las consecuencias. Familias enteras destruidas por la violencia de género.

Queremos transitar la vida de la mano de nuestras parejas; nunca con el puño amenazante de un hombre encima de una mujer. Celebremos juntos, hombres y mujeres, el día 25 de noviembre con el compromiso de erradicar la violencia de género de nuestra sociedad. Una lucha con la que también la transversalidad del leonesismo y de la Unión del Pueblo Leonés a quien represento, tiene un compromiso incuestionable.

Teresa Fernández es concejala de UPL en el Ayuntamiento de León y Secretaria de Mujer, Derechos e Igualdad de UPL
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