2015. El año de la política

Eduardo San José Requejo
29/12/2015
 Actualizado a 16/09/2019
Si por algo se ha caracterizado el año 2015 ha sido por los sucesivos procesos electorales que ha habido en España. Elecciones locales, autonómicas, andaluzas, catalanas y por último, generales del veinte de diciembre.

Existen características comunes en todas estas elecciones. En todos los casos, las mayorías habituales de gobierno y han sido sustituidas por pactos para alcanzar esa gobernabilidad.

Baste recordar las dificultades en Andalucía para que Susana Díaz fuese investida presidenta; Cataluña, que hoy sigue sin tener presidente, o el caso más reciente de las generales, donde las dificultades de pactos nos pueden llevar a una nueva cita electoral. En cuanto a las elecciones locales y autonómicas, es difícil desgranar todos los casos de pactos de gobierno y la heterogeneidad de los mismos. Piensen en el caso del Ayuntamiento de León como ejemplo.

Muchos analistas estiman que el "fin del bipartidismo" es producto de los partidos emergentes. Sin embargo, creo que éstos no son el elemento que lo ha provocado, sino la consecuencia.

El factor fundamental sería la crisis económica y el deterioro social y económico de las capas más expuestas de la sociedad que aquella ha provocado. Lejos de haber finalizado, como los discursos más optimistas nos quieren hacer creer, ésta se agudiza y sus consecuencias son cada vez más visibles. No olvidemos que ya han pasado ocho años desde 2007, demasiado tiempo para no tener consecuencias en nuestra joven democracia. Esta crisis que comenzó siendo de carácter económico hoy, es también social y está agrandando y perfilando la dualidad existente en nuestra sociedad.

El primer factor de esta polarización está entre las personas que no han visto mermados sus ingresos económicos y los que los han visto mermar o incluso desaparecer. En el primer grupo están los poseedores de capital y recursos desde antes del inicio de la crisis y que, no sólo los han conservado, sino que los han aumentado, incluidos receptores de rentas provenientes del erario público. Éste sería el caso de personal al servicio de las Administraciones Públicas y perceptores de pensiones. Ambos casos financiados mayoritariamente por emisiones de deuda pública que automáticamente provocan subidas de presión fiscal a toda la población.

Como segundo factor, relacionado con el anterior, y provocado por las sucesivas reformas laborales, las personas que entran en el mercado de trabajo actual no lo hacen en las mismas condiciones que los que lo están. Esta situación provoca que las recaudaciones de impuestos y cotizaciones no alcancen para cubrir los costes de la Seguridad Social ni del mantenimiento del Estado del bienestar, teniendo que recurrir a la emisión de deuda pública como mencionábamos anteriormente.

En ambos factores persiste un denominador común y es que los más afectados por esta situación son los jóvenes, que además ha estado formándose como nunca en España y que no verán cubiertas ni de lejos sus expectativas personales ni económicas.

A estos factores se han unido los medios de comunicación, la televisión principalmente, con programas de debate y política como espectáculos estrella de este año, que provocan que la política y sus actores se conviertan en algo cotidiano y cercano.

Así pues, no se trata tanto de la clásica lucha de pobres contra ricos, ni de derechas versus izquierdas, más bien de afectados por la crisis sobre otros grupos sociales que ni la han notado y que, desde luego están mostrando cierta falta de empatía de la situación. No es de extrañar que los nuevos partidos cuyo principal mensaje se dirige precisamente a ese sector desfavorecido, hayan encontrado apoyos que a primera vista parecen sorprendentes, pero que, si persisten estas desigualdades mencionadas acabarán consolidándose.
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