18/12/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Daniel Zuloaga nunca visitó León, pero merced a su amistad con el arquitecto Juan Crisóstomo Torbado, director de las obras de restauración de la catedral leonesa de finales del siglo XIX y principios del XX, realizó diversos trabajos para las familias acomodadas de la ciudad y para algunas de sus instituciones. Algunos se pueden ver todavía y otros desaparecieron. Entre los primeros los hay que se conservaron bien, como los del portal de la calle de Sierra Pambley, al lado del restaurante que lleva el nombre del ceramista y que fueron un encargo de Fernando Merino, conde consorte de Sagasta, y los hay que han sufrido las inclemencias del tiempo y de la incuria provincial, como los bancos que realizó para el jardín de la catedral y que acabaron en el del hospicio provincial, primero, y más tarde en la residencia de ancianos de San Mamés, tras la desmantelamiento del catedralicio. Últimamente, la prensa ha informado también de la salida a subasta en Internet de un panel completo de azulejos procedente de una antigua pescadería leonesa que un arquitecto asturiano rescató de la piqueta conservándolo hasta ahora.

En Segovia, la patria de adopción del ceramista (nació en Madrid en 1852 y murió en la ciudad castellana en 1921), sucede un poco lo mismo, con obras que deambulan por unos sitios y otros sin encontrar la protección que merecen, según informaba El País esta misma semana. En concreto, hablaba el periódico de un conjunto de azulejos que un hostelero de la ciudad guarda en su restaurante tras rescatarlos del museo del antiguo Palacio Episcopal, cerrado a los tres años de su inauguración por falta de financiación.

Supongo que no hará falta señalar aquí la importancia de Zuloaga como pintor y como ceramista, admirado por los escritores de la generación del 98, que lo visitaban asiduamente en su taller de Segovia, y por los pintores de los principios del siglo XX español, que lo consideraban uno de sus maestros. Sus obras embellecen muchos de los monumentos más celebrados de este país, desde el Palacio de Cristal del Retiro o el Ministerio de Agricultura madrileños a la estación modernista del ferrocarril de Cartagena, en Murcia, o la Escuela de Artes y Oficios y el Hotel María Cristina de San Sebastián. Que León cuente con algunas de ellas puede ser una oportunidad para añadir a su patrimonio museístico un atractivo más, que nunca sobra en una ciudad que pretende vivir del turismo, a falta de otras opciones. Pero para ello tiene que comenzar por recuperar los bancos azulejados que siguen a la intemperie –con muchas piezas ya destruidas– en el jardín de la residencia de ancianos de San Mamés y trasladarlos a un lugar seguro y hacer lo propio con ese panel de azulejos que representa una estampa de la catedral de León que salió a subasta hace poco sin que nadie pujara por él. Puede que fuera muy caro, pero, por si acaso, desde León nadie preguntó por él, según su dueño actual.
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