Imagen Juan María García Campal

Y yo con estos pelos

19/04/2017
 Actualizado a 12/09/2019
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Procuro ponerle paciencia y mesura a las cosas del vivir que me vienen de la cosa pública o, mejor y más propiamente, de los varios politiqueos que, con superficialidad y ligereza, en ella se camuflan. Y hasta a veces le pongo humor, ese «rayo divino que descubre el mundo en su ambigüedad moral y al hombre en su profunda incompetencia para juzgar a los demás» que enseña Kundera, por más que últimamente esté mal mirado y hasta perseguido por los picajosos de varia profesión política o religiosa –anda la prima de riesgo ofensivo al alza–, abundando los guardianes de la tradición, modernidad o necedad de turno.

Así, anda ahora el patio revuelto por unas declaraciones de Cristina Cifuentes. En verdad creo que hay ya más cabreados que lectores de ellas. Y todo porque no sé qué dijo –perdón, volvió a decir, ya lo había dicho, con menor rasgar de vestiduras en 2015– de «hacerse la rubia» y «sin tacón no hay reunión». Queda claro el creciente número de somatenes de la corrección política que, a la par, expanden la supuesta incorrección. ¿Sabe alguno de los puristas cómo se llama la revista que le hizo la entrevista? ¿Cuántos la han leído entera? Si hace apenas unos días defendíamos la libertad de expresión aun su mal gusto, hoy ya muchos se han revestido de inquisidor espíritu y piden hoguera para la «rubia» y con tacones, que así arde mejor. Ya son ganas… ¿De verdad alguien cree que las declaraciones de Cifuentes van a determinar la vida o valores de alguien? Quien lo crea, debería hacérselo mirar, por poco inteligentes tiene a quién y qué dice defender. Puestos a preocuparnos, motivo más serio sería el nuevo error de prelación de Cospedal –ya «pidió perdón en nombre del Estado» a las víctimas del Yak 42, cuando, en mi opinión, debería haberlo hecho en el del gobierno de Aznar y del PP que fue el déspota para con ellas– al anteponer una religiosa tradición a la aconfesional Constitución y sus Leyes y Reglamentos. Claro que la invocación u olvido de la Constitución a interés partidista no es noticia y hasta cuando no se le ve el plumero de lejos, se le coge el aire a rancia naftalina.

Se debería reparar en lo mejor de los días. En, por ejemplo, cómo la Diócesis de León –en fervoroso ardor caritativo– cede sus ‘casas del cura’ en desuso a la Junta para alquiler social, por cuatro años y prorrogable otros cuatro, aunque, eso sí, tras una rehabilitación integral para lo que, según Suárez-Quiñones: «hay una previsión flexible de recursos». ¡Bingo! Y yo con estos pelos.
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