Imagen Juan María García Campal

Vencer a los fascismos

10/05/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Europa está de enhorabuena. Los europeístas –alguno más y yo al menos– estamos de enhorabuena. El fascismo que representa el Frente Nacional francés ha sido derrotado en las urnas de la vecina República, como antes lo fue, en Austria, el Partido de la Libertad de Norbert Hofer y, en Holanda, el Partido por la Libertad de Geert Wilders (ah, frágiles recuerdos). No digo que estemos en inmejorable hora, digo y repito que estamos de enhorabuena, digo que, por esta nueva ocasión no sólo Francia, sino también Europa ha resistido el embate y el envite del ultranacionalismo fascista, esta vez de Marine Le Pen, la de «Francia para los franceses», la del «frexit». Digo que es hora de hacer Europa, la de los ciudadanos, no de reventarla. Quien afirme lo contrario o quien, desde una supuesta izquierda ―por no salpimentar el texto con el término ‘izquierdismo’, aunque significaría lo mismo– iguale o tenga por lo mismo a Emmanuel Macron que a Marine Le Pen o sufre de amnesia histórica, o ha perdido la conciencia, también histórica, o banaliza el fascismo reconociéndolo como una opción política, olvidando o silenciando –lo que sería aún peor– que la única opción política del fascismo es acabar con las que sí son democráticas políticas opciones, con las sagradas urnas, esas donde esa supuesta izquierda –democrática quiero seguir creyendo– debe comenzar la transformación de la sociedad en una más libre, más igualitaria y más fraternal. Porque, ¿desde cuándo para un demócrata, y más si se declara de izquierdas, el fascismo es un adversario político? ¿Ya no es el mayor, si no el único, enemigo? O ahora, ¿soy yo el revisionista? ¿En nombre de qué o de quién se olvida tanta sangre demócrata –de derecha e izquierda– de aquí y de allá? Si no vergüenza, algo de pudor, al menos. O quizá mejor así y sepa este ciudadano con quién se juega su criterio político al margen de enfatizados «pueblo» y «gente».

Vencer a los fascismos, sí: al político, más allá de cualquier frontera real o imaginaria, y al doméstico más allá y acá de cualquier puerta de supuesta intimidad o privacidad y real intimidación y privación, en esas cárceles, calabozo de tortura que son tantos supuestos hogares y en los que tanta mujer sufre maltratos de toda índole. Vencer a esos «machifascistas» cuyo terrorismo ya ha provocado, en España, más víctimas que la banda asesina ETA. Mayo, y ya son 26 mujeres (y 5 hijos suyos) sus víctimas.

Sí, y hacerlo bajo la humana e ilustrada divisa de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
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