Ese paso es el que no dio la administración local, pero sí ha procedido al cobro como terreno urbano «aunque la edificabilidad sea cero», por valor de 13.000 euros al año. Pese a que la familia ha presentado reclamaciones sobre ese pago cada que vez que se solicita, el Consistorio sigue reclamándolo y la situación ha ido a peor desde la solicitud de trasmisión patrimonial de la mitad de la finca –que en total está entre los 37.000 y los 39.000 m2-. Cuando se produjo, hace cuatro años, el Consistorio reclamó la plusvalía «que no podíamos pagar», explica Álvarez. El dictamen del juzgado contencioso administrativo número 1, sin embargo, desestimó el recurso presentado por los herederos contra los decretos de Alcaldía de 2013, que, por su parte, desestimaban los recursos de reposición interpuestos por los recurrentes frente a las liquidaciones de las plusvalías giradas por la trasmisión de la finca heredada.
La consideración del juzgado era que resultaba indiferente, a efectos de este impuesto, que el valor catastral del bien inmueble en el momento de trasmisión coincidiera o fuera superior o inferior al valor catastral que tuviera cuando se compró. Así mismo, determinaba que la finca era urbana, pese a que la parte demandante aseguraba que no lo era, porque su uso estaba limitado y planteaba que el valor real del bien era tres veces inferior al tomado por la administración. La prueba pericial de tasación de los terrenos reveló que, en el mejor de los casos y teniendo en cuenta la construcción de la residencia de estudiantes, la parcela rondaría los 600.000 euros, cuando su valor catastral en ese momento era de 1.974.000 euros –en la actualidad posiblemente se haya incrementado hasta los 2.274.000 euros, cuatro veces más que el valor de tasación que admitió el tribunal-, lo que deja claro que «se ha sobrevalorado catastralmente propiedades», reconoce Álvarez.
La sentencia abre la puerta a otras reclamaciones que tengan la misma base «porque lo que se hizo con los terrenos del Campus fue una locura», dice Álvarez, y podría afectar al IBI, que acaba de sumar un incremento del 4% por la revisión catrastal solicitada voluntariamente por el Consistorio.
Reclaman la expropiación y presentan querella por falsedad en documento público
Pese a los intentos de alcanzar un acuerdo por parte de los herederos con el Consistorio «ha sido imposible», lamenta Álvarez Marqués. Lo han hecho con la corporación encabezada por Samuel Folgueral y por la actual, con Gloria Fernández Merayo a la cabeza «y todo han sido buenas palabras, pero no nos han dado ninguna solución». La familia pedía que el terreno volviera a la calificación de rústico o que se liberara para poder realizar cualquier tipo de construcción «eso nos permitiría venderlo y tener beneficios para pagar el IBI que se nos reclama», dice Álvarez, que asegura que la propia concejala de Hacienda, Amparo Vidal, le confirmó «que lo que se había realizado con ese terreno era una confiscación, algo que está prohibido por la Constitución».
La familia seguirá dando pasos pidiendo ahora la ejecución de la expropiación del terreno y sumando una demanda más «por falsedad en documento público», puesto que el cambio de terreno rústico a urbanizado se concretó asegurando que «la urbanización estaba hecha y no es así».