Un jurado popular juzgará al hombre que mató a su sobrino por unas castañas en San Juan de Paluezas

El fiscal pide 20 años de cárcel para el acusado y la vista se celebrará en octubre

I. Herrera
19/07/2017
 Actualizado a 31/08/2019
Los hechos se produjeron en un camino que enlaza San Juan de Paluezas y Villaverde de la Abadía. | ICAL
Los hechos se produjeron en un camino que enlaza San Juan de Paluezas y Villaverde de la Abadía. | ICAL

La noche del 9 de octubre de 2015, Darío Solís Garnelo mató a su sobrino de un disparo en el pecho. Fue junto a un castaño herencia de los padres del acusado y la madre de la víctima que todavía no había sido dividida y de cuyos cuidados y recogida de frutos se hacía cargo la madre del fallecido ayudada por su hijo.
Eran en torno a las once de la noche cuando el acusado se encontraba recogiendo castañas del citado árbol ubicado en el paraje conocido como Pousafoles, en un camino que va de San Juan de Paluezas a Villaverde de la Abadía. Lo hacía con el coche dispuesto para salir y con la escopeta cargada sobre el capó de su vehículo. Cuando había cargado ya algo más de seis kilos de castañas en el maletero escuchó el ruido de un motor y vio las luces de una furgoneta que resultó ser la de su sobrino, al que, cuando se acercaba hacia él para pedirle explicaciones de por qué estaba cogiendo sus castañas le apuntó al pecho «con la sola intención de poner fin a su vida» apretando el gatillo a una distancia de menos de un metro.

Así relata los hechos el Ministerio Fiscal en su escrito de calificaciones provisionales. Según expone, el sobrino del acusado, de 36 años de edad, falleció en el acto por la gravedad de las lesiones. Los perdigones le habían destrozado la arteria aorta y el tronco de la arteria pulmonar provocando una hemorragia tan fuerte que le llevó a un estado de shock con disminución de la perfusión sanguínea de todos los órganos y tejidos que derivó en una muerte por asistolia ventricular al dejar de latir su corazón.

El cadáver de la víctima no presentaba, dice el fiscal, señales de lucha o defensa ni en manos ni en antebrazos. Y el acusado, añade, tiene un nivel de inteligencia suficiente para saber que no era lícito acabar con la vida de su sobrino. El día de los hechos, señala, había ingerido en la cena un vaso de vino, unas gotas de orujo en el café y un chupito de whisky, «consumo que venía siendo habitual en él y que, en modo alguno, supuso alteración en sus capacidades intelectivas ni volitivas, es decir, sabía lo que hacía y actuó conforme a ello».

Antes del suceso

El relato del Ministerio Público se remonta a horas antes del disparo mortal. Aquella noche, Darío Solís, vecino de San Juan de Paluezas, cogió de su casa una escopeta y cuatro cartuchos sin percutir (todo con licencia y de su propiedad) y lo metió en el coche con el que se desplazó a un bar de Villaverde de la Abadía. Allí estuvo hasta las once menos veinte de la noche, momento en el que se dirigió al lugar donde ocurriría el trágico suceso.
Tras acabar con la vida de su sobrino, el acusado, que será juzgado a partir del próximo 19 de octubre en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de León por un tribunal del jurado, llamó desde su teléfono móvil a los servicios de emergencias alertando de lo ocurrido y, acto seguido, se dirigió a las dependencias de la Guardia Civil para entregarse y dar su versión de lo sucedido.

Dice el fiscal que los hechos constituyen un delito de asesinato (por la alevosía) por el que procede imponer al acusado una pena de 20 años de prisión. Además solicita que se le prive del derecho a residir en la localidad de San Juan de Paluezas y de acudir a la misma, así como la prohibición de aproximarse a su hermana –madre de la víctima– y sus tres sobrinos –los dos hermanos y la hermana de la víctima– a menos de 200 metros.  Por otra parte, y en concepto de responsabilidad civil, el Ministerio Público reclama una indemnización de 60.000 euros para la madre y 20.000 para cada hermano.
Darío Solís Garnelo se encuentra privado de libertad desde el mismo día de los hechos, el 9 de octubre de 2015.

La defensa

La representación legal del acusado niega que se trate de un asesinato con alevosía y asegura que aquella noche Darío Solís no salió de casa con intención de matar a su sobrino, sino que se marchó del bar de Villaverde de la Abadía porque al televisarse un partido de fútbol no hubo partida. La escopeta la llevaba en el coche, indica, porque varias noches, en el trayecto entre los dos pueblos, había visto un zorro. Por ese mismo motivo, por si veía al zorro, habría sacado y preparado la escopeta mientras cogía las castañas del castaño herencia de sus padres.

Según la versión de la defensa, el encuentro con la víctima y sobrino del acusado transcurrió de un modo bien distinto. De acuerdo a su versión, el fallecido le recriminó de forma agresiva que estuviera cogiendo las castañas que ellos (su madre y él) cuidaban y limpiaban. Según cuenta, el joven le agarró y le amenazó de muerte y, cuando pareció calmarse, el acusado habría tratado de dirigirse hacia su coche para evitar más problemas con su sobrino, pero éste, dice la defensa, volvió de nuevo hacia él amenazándole y, al pensar el acusado que había cogido algún arma, cogió la escopeta del capó de su coche y disparó sin intención de matarle, sólo de asustarle. Además, asegura la defensa que el acusado, en el momento de cometer los hechos, se encontraba afectado por la ingesta de alcohol.

Según la defensa, los hechos constituyen un delito de homicidio imprudente por el que pide un año de cárcel para el acusado o, alternativamente, un delito de homicidio por el que establece cinco años.
A su juicio, concurren en el acusado la atenuante de confesión y colaboración con la justicia, la eximente incompleta de actuar bajo los efectos de bebidas alcohólicas (o al menos como atenuante) y la atenuante de miedo insuperable.
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