23/07/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Se cumplen este año los 80 de la caída del Frente del Norte, cuyas primeras avanzadillas estaban en las montañas de León y que permaneció estable e inactivo desde el inicio de la guerra en 1936 hasta la primavera de 1937, cuando Franco, al ver que Madrid no iba a caer fácilmente, decidió sofocar los distintos focos de resistencia republicana, el llamado Frente del Norte entre ellos, antes de atacar la capital. En el verano de ese año, las montañas de León ardieron en sucesivas batallas y a finales de octubre el Frente del Norte se había desmoronado completamente. De aquéllos cruentos enfrentamientos quedan por las montañas leonesas numerosos restos de construcciones militares que han sobrevivido al tiempo y al abandono general, lo que demuestra su fortaleza inicial.

Desde hace tiempo algunas iniciativas aisladas han rescatado y limpiado, a falta de un plan de recuperación institucional común, incluso de interés por parte de las autoridades competentes, algunas de esas reliquias bélicas, cuya condición de patrimonio histórico y cultural nadie pondría en duda en un país normal, pero que en España hay que probar aún. No digamos ya en provincias como León, donde un conservadurismo mal entendido sigue creyendo que incluso la arqueología militar son ganas de remover la guerra civil y que cualquier dinero gastado en ella es un derroche injustificado y absurdo.

Hace unos años apareció publicado un libro titulado ‘La Maginot Cantábrica’ en alusión a la famosa línea de defensa que el general francés Maginot levantó tratando de parar a Hitler en el que una serie de personas aficionadas a la historia bélica y amantes de la Cordillera Cantábrica a partes iguales detallaban uno a uno todos los restos de nuestra guerra civil en las montañas de León y a Asturias. Trincheras, búnkeres, casamatas, pozos de tirador, fortalezas, todo aparece señalizado y descrito en el libro, incluso con sus coordenadas de localización para que quien quiera pueda conocerlos sin tener que buscar demasiado en el monte. Una actividad que en verano complementa para muchos la simple excursión campestre y que debería ser aprovechada turísticamente por los ayuntamientos de la zona y por la propia Diputación Provincial de León como hacen en otras regiones de España donde ya se explotan desde hace tiempo, como en los Monegros aragoneses o en el frente del Jarama madrileño. Que quienes los construyeran fueran de un bando u otro o que las balas y la metralla que aún se encuentran en los alrededores los dispararan unos soldados u otros a nadie debe importarle ya. Se trata de recuerdos de un episodio de nuestra historia que forma ya parte importante de ella y como tal hay que conservarlos y ponerlos al alcance de todos los españoles, pues son patrimonio suyo. Como los castillos de la Edad Media o las grandes obras civiles y militares de la Moderna. 80 años son tiempo ya suficiente para que las trincheras sean ya solamente zanjas sobre la hermosa tierra de este país.
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