21/01/2015
 Actualizado a 11/02/2019
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Teresa está de moda. Santa Teresa de Jesús, digo, fundadora de las carmelitas descalzas, doctora de la Iglesia y uno de los máximos exponentes de la mística. Quinientos años se cumplen de su nacimiento en Ávila y, por ello, el Papa ha declarado el 2015 Año Jubilar en toda España. Es, además, una buena excusa para visitar algunos de los lugares en los que la santa dejó su impronta, como la localidad salmantina de Alba de Tormes o la capital abulense. ¿Te animas?

Pero, en estos días, también está de moda otra Teresa… Teresa Romero, claro. Aquella auxiliar de enfermería que, a comienzos del pasado mes de octubre, se convirtió en el centro de atención informativa al contagiarse de ébola. Poco se había oído hablar, hasta entonces, acerca de esta enfermedad, al margen de un par de misioneros repatriados –que después murieron–, contados casos de contagios en otros países, y alguna falsa alarma. Y poco más. Pero la cosa cambió, y el ébola empezó a importar. Imagino que no por los miles de muertos que ha causado el virus, especialmente en África, desde hace unos cuantos años; sino por sentir –digamos– la amenaza tan cerca…

Teresa Romero se convirtió, de alguna manera, en una especie de heroína, ¿a qué sí? Se presentó voluntaria para trabajar con enfermos de ébola, y eso le costó el contagio. Y las pasó canutas, sin que al principio –así, al menos, lo parecía– le hicieran mucho caso. A punto estuvo de salir del hospital con los pies por delante, pero ‘libró’. No así su perro, Excalibur, sacrificado… dicen que de forma innecesaria. Pobrecín.

Cuando le dieron el alta a la sanitaria, parecía que se acababa la película. Pero no. Hace unos días, hacía público un comunicado, y no por voluntad propia, sino para alcanzar un acuerdo ante el pleito con la médica de familia que la había atendido en un primer momento.

En él –entre otras cuestiones– reconocía, a pesar de haber mantenido lo contrario hasta hace unos días, que no había informado de su contacto con enfermos de ébola. ¿Por qué mentiría?

Ahora, quizá por eso, esa imagen suya que se había formado se desvanece. Y no hay nada más decepcionante –créeme– que un ‘ídolo’ venido a menos…
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