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Somos nuestra exigencia

16/01/2017
 Actualizado a 15/09/2019
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Al final del magnífico ensayo del escritor leonés Antonio Manilla, titulado ‘Ciberadaptados’, recientemente aparecido, hay un manifiesto de una contundencia brutal que dice: «Y somos nuestra exigencia. Allí donde está nuestro umbral de exigencia, está lo que somos». Caballero Bonald propuso: «Somos el tiempo que nos queda». Y este cronista apuesta por: «Somos lo que necesitamos». De modo que será el lector quien juzgue «qué es lo que es» él mismo, si su exigencia, su tiempo o sus necesidades.

Pero, previamente, el propio autor nos propone, y no nos despeja, un enigma: «El que mira hacia el pasado es conservador; el que mira hacia el futuro, progresista. Los que consideramos que hay muchas cosas que conservar y no menos que cambiar ¿dónde nos ubicamos?» Y es esolo que viene a glosar este cronista que, por leonés, y por amigo y casi paisano del autor, trata de sacarlo de este laberinto. Y les advierto que todo viene a cuente de Internet, por si no lo sabían.

Los que consideran que hay cosas que cambiar y cosas que conservar han sido siempre los sabios de la tribu. Aquellos para los que las herramientas a utilizar no han sido más que eso, herramientas; mientras que la idea primigenia, el meollo de la cuestión, la almendra mística, es solo una: mejorar la especie y aportar los instrumentos necesarios para que el bienestar se distribuya entre la mayoría lo más rápidamente posible, y el paso del tiempo no suponga nunca un retroceso a lo peor de lo peor, la destrucción y la guerra.

El ‘homo retiarius’ (hombre en la red) que según Manilla está saliendo de las universidades, no será muy diferenteante los poderes totalitarios, que siguen siendo los de siempre (económicos, sin duda) y tratarán por todos los medios a su alcance (incluido Internet) detener sujeta y sometida a la mayoría, con tal de mantenerse en la cima del poder. Porque el ser humano es lo que es, un bruto y tórpido animal que, por mucho que se proponga un ideal de justicia y de igualdad, si no dispone de herramientas, nunca podrá medrar en libertad.

Herramientas. Y la principal la cultura. Y para la cultura, como para el convento, todo es bueno, hasta la literatura. Mientras más, mejor. Desde los griegos, pasando por San Agustín y llegando a Gustavo Bueno, la línea nunca dependió del medio sino de su contundencia. Exigirnos y exigir, aunque para ello haya que aceptar un cierto grado de ese ‘desarraigo local’ del que habla el poeta-ensayista, que a los literatos nos llama: «Esos científicos del alma» probablemente con cariño. Lo dicho.
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