Imagen Juan María García Campal

Sobre la delgada línea

28/06/2017
 Actualizado a 07/09/2019
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El pasado miércoles, me interné, contento e inquieto, en el Hospital Psiquiátrico Santa Isabel para participar en ‘Versos desde mi Jardín’, la II ‘Jam’ (yo prefiero ‘quedada’) Literaria, en que, a iniciativa del taller de Terapia Ocupacional del hospital, unos cuarenta escritores –externos, profesionales y pacientes del hospital y de los pisos de Alfaem y Soltra– y este «incurable aprendiz de escribidor» leímos nuestros textos –relatos, poemas y renglones cortos (yo)– sin más, ¡ni menos!, afán de compartir lo poco que somos cualquiera de nosotros ante ese acto creativo, y tantas veces terapéutico, como es el de la escritura, a través del cual, de sus ficciones o verdades catárticas, quizá uno logre –amén de expresarse y acaso mejor entenderse o entender el mundo, alguno de sus aspectos– producir o acercar a otra persona una emoción inesperada, eso que bien puedo entender por Arte, siguiendo a Muriel Barbery cuando escribe: «el Arte es la emoción sin el deseo». Y aclaro que: me interné contento, por poder asistir al encuentro convivencial, e inquieto porque me acercaba a personas que han traspasado esa fina línea que separa la salud de la enfermedad mental, esa línea sobre la que tanto he pensado y sobre la que seguro he transitado, si no traspasado, más de una vez; porque me acercaba, parafraseando al profesor Thomas Szasz, a aquellos que acaso hayan tenido la única reacción sana ante una sociedad tan enferma, o que, también con Muriel, entienden que «el Arte es la vida, pero con otro ritmo».

Me tocó abrir el tiempo de lecturas y pronto avisé que a mí «me dicen sano…/ porque hay noches/ en que doy por seguro el nuevo amanecer/… porque hay muchas ocasiones/ en que, ¡teniéndolo!, no celebro el pan de cada día/… porque hay instantes/ en que rehuyo una mirada o escondo una sonrisa o callo un ánimo/… porque paseos doy/ en que no abrazo los árboles que a ello me reclaman/… porque soy legislador de embudo/… porque me duplico en orden y método/ sonrío y río, exitoso, en la calle; fracasado, me encuevo para llorar/… porque llego a la noche/ soberbio de vacío, rendido de vértigo y aun así/ me duermo dando por seguro el nuevo amanecer», que sí, que «me dicen sano… pero yo sé,/ como sabes tú, que no es salud todo lo que parece».

Fue una saludable mañana rica en emociones que una joven, de azul, cerró con «una frase para cada día de la semana: ‘hoy es un buen día para ser feliz’» a la que rindo gratitud por las atesoradas humanas enseñanzas de ambos lados de la delgada línea.
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