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Sinfonía centralista

27/11/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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Tiene razón la portavoz del Partido Popular en la Comisión de Cultura de las Cortes de Castilla y León cuando dice que una orquesta sinfónica, en este caso la de Castilla y León, no es una charanga que pueda «ir por ahí tocando» en respuesta a la pregunta de un diputado socialista que se quejaba de que sólo lo haga en Valladolid. Lo que no explica la portavoz del PP es por qué la Orquesta Sinfónica de Castilla y León ha de tener su sede en Valladolid como casi todos los organismos culturales creados y financiados por el gobierno autonómico (la Fundación Villalar, la Fundación Patrimonio, la Fundación Siglo de las Artes, etc.) habiendo tantas ciudades en la comunidad autónoma ¿Es que sólo los vallisoletanos son castellano-leoneses?

Que una Orquesta Sinfónica no es una orquesta de pueblo se comprende bien, como también se entiende que tiene que tener una sede permanente en la que ensayar y llevar a cabo sus principales conciertos. Pero deducir de ello que la tal sede haya de estar en Valladolid por mucho que esté en el centro de la autonomía y sea su capital (por esa misma razón todo tendría que estar en Madrid) y, sobre todo, que no pueda tocar en otras ciudades habiendo como hay en Castilla y León un mínimo de diez o doce con capacidad y público para ello y teniendo en cuenta lo extenso de la geografía autonómica (en La Rioja o en Asturias la gente tiene fácil desplazarse a sus capitales para escuchar a sus orquestas titulares, pero en Castilla y León eso no es así) significa que el centralismo vallisoletano, lejos de corregirse, es una patología que va en aumento, como continuamente demuestran los políticos autonómicos y los vecinos de Valladolid. Algunos hasta se extrañan cuando se les comenta que los demás castellanos y leoneses también tienen derecho a existir.

En los 35 años que hace que vivo en Madrid he visto cómo el centralismo madrileño se diluía poco a poco por mor de las autonomías surgidas de la Constitución de 1978, pero a la vez he ido notando en mis viajes que, aprovechando la descentralización estatal, se han creado otros centralismos autonómicos con la misma argumentación (la centralidad geográfica, la capitalidad política, etc.) que justificaron durante siglos el de la capital de España. Ninguno, empero, como el de Valladolid, cuya voracidad acumuladora ni siquiera se ampara en el hecho de ser la capital, que sólo lo es de facto. En los treinta y tres años que dura la autonomía de Castilla y León, el crecimiento de Valladolid ha sido tan imparable como el empobrecimiento y la despoblación del resto de las provincias y de las ciudades de la comunidad. Si denunciar esto es leonesismo, victimismo provinciano o envidia cochina, yo soy leonesista, victimista y envidioso. Y encima idiota, porque, viviendo en Madrid, lo que suceda al norte del Guadarrama debería traerme al fresco.
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