Siempre fuerte

Iván Martins
16/03/2017
 Actualizado a 12/09/2019
El pasado 25 de febrero cuando mi pareja me dijo que había muerto Pablo Ráez, yo realmente no sabía quién era. En parte me avergüenzo ahora de mi desconocimiento, aunque en el trajín de nuestra cotidianeidad suele pasar…

Fue entonces, póstumamente, cuando descubrí su ‘historia’, la cual me causó un gran impacto emocional. Parecía como cuando alguien arregla algo o toma medidas tras haber acaecido alguna desgracia… Así me sentía yo, en la noticia de su muerte le conocí y no antes.

Lo curioso es que durante los meses que ha salido en los medios, fue cuando yo llegué a realizar en mis habituales donaciones de sangre una donación de médula. Y en parte me siento orgulloso de mi acto sin conocer la ‘campaña’ de Pablo en estos meses (aunque sí conocía la de la pequeña Valeria, todo hay que decirlo), puesto que muchas veces somos voluntarios, donantes, etc. por ‘buenismo’, porque así la sociedad nos ve como ‘que tenemos corazoncito’. En mis caso y pienso que en el de muchas personas, lo hago por propio convencimiento e iniciativa, llámenlo idealismo, compromiso…

Después de todo esto, me apena que un adolescente de tan sólo 20 años, en quien me veo reflejo con esa edad hace un tiempo, haya fallecido. Me ha impresionado realmente mucho el proceso de deterioro de la enfermedad, ¡brutal, muy heavy comparar las imágenes! Pero todavía hay algo que más me ha impresionado… sí, mucho más, su capacidad de reír, su humor, ¡más brutal y heavy escuchar su lema ‘Siempre fuerte’! Y este es el mensaje final, es su epitafio personal y social que me hace recordar no sólo el título sino también el argumento y las escenas de la paradójica e imborrable película ‘La vida es bella’… a pesar de todo.
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