25/05/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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A veces pareciera que seguimos anclados en la cultura atávica de siglos pasados, donde la mujer era tenida únicamente por una unidad reproductora, y cuya misión dentro de la especie humana empezaba y terminaba siendo madre. Hace tan solo unos días conocí una conversación entre dos compañeros de promoción que se reencuentran tras casi 30 años sin verse, se reconocen, intercambian las frases de cortesía ligadas básicamente a los recuerdos de lo que fue y ya no es, de lo que fueron y no volverán a ser, de lo que hicieron y ya no hacen. De forma rápida dan un repaso a algunos de los momentos más relevantes de su vida y es aquí cuando en un momento dado, él le pregunta a ella que cuantos hijos tiene. Al advertirle ella que no ha sido madre, por elección, él muestra la más amplia cara de sorpresa y desencajado, casi, comenta que como es posible que no haya querido ser madre. La respuesta no es la de ella, es la mía. Una mujer, pienso, que decide no ser madre es igual de mujer que aquellas que libremente decide serlo. Solo faltaría que a día de hoy siguiéramos anclados a premisas retrógradas y paternalistas que penalizan una decisión, la que sea, tomada por una mujer, que es y será mujer sea o no sea madre. Una mujer, cualquier mujer, será mujer independientemente de que sea madre o no y podrá, entiendo, sentirse plenamente realizada teniendo hijos o no teniéndolos. Elegir, libremente no ser madre ha de ser tenido por tan normal como la decisión contraria. Hoy la mujer tiene, o debiera tener viendo cómo responden algunos paletos con o sin estudios, un papel de igualdad suprema en la sociedad de la que forma parte, y debemos por tanto desterrar esos comentarios antediluvianos que algunos hacen a algunas féminas a las que casi miran con pena cuando responden a un comentario idiota. Quizás la respuesta adecuada ante comentarios de ese tipo debiera ser: no, he decidido NO tener hijos no fuera a ser que de haberlos tenido hubieran salido como tú. Serlo o no, ella decide.
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