Seguiremos con nuestro lápiz

El dibujante leonés Fer recuerda su especial relación con uno de los colegas asesinados en la revista francesa Charlie Hebdo, Georges Wolinski, buen amigo suyo

Fulgencio Fernández
11/01/2015
 Actualizado a 19/09/2019
La portada de nuestro suplemento del domingo. | LOLO
La portada de nuestro suplemento del domingo. | LOLO
Para el dibujante leonés Fer la masacre de Francia no fue una terrible noticia más. No lo fue para casi nadie pero para él tenía muchas connotaciones tristes, por muchas razones:Es dibujante, humorista, muy cercano a las gentes de Charlie Habdo y, sobre todo, muy buen amigo de uno de los fallecidos: Georges Wolinski. «Era un humorista rebelde, amante de la libertad,  con un gran sentido del humor, a veces irreverente, gamberrete, irónico. Nos conocimos cuando le concedimos el tercer  Premio Internacional Gat Perich. Nos hizo reír mucho los días que estuvo con nosotros en Llançà, el pueblo donde junto con mi amigo Antonio Godoy, decidimos hacer un premio en homenaje y recuerdo de un gran humorista y amigo como era Jaume Perich, desaparecido muy joven».

Reconoce el de Mansilla que estaba impresionado ante la figura de un grande del género, pero Wolinski todo lo hizo más fácil. «Yo estaba acojonado y a la vez orgulloso de estar con él. Me llamaba ‘hombre serio’. Cuando le dimos el Gato lo abrazaba como el niño de la manta que se chupa el dedo en los libros de Charlie. Gamberrillo, le encantaban las mujeres. Cuando íbamos por la playa paseando y yo le comenté que en ese mar estaban las cenizas de muchos amigos él me dijo: ‘Hombre serio, a mi cuando muera, que me incineren y tiren mis cenizas al WC así podré seguir viendo el culo de mi mujer’.  Era un gamberrete».

Y recuerda Fer dos dedicatorias de libros que cierran este perfil. «A Juliete, una niña de tres años le dedicó un dibujo: «Para Julieta esperando que nos veamos en el 2015. Ahora Julieta tiene 20 años y es preciosa, tal como él se la imaginaría. A mí me dedicó un libro: ‘Para mi amigo Fer, del género serio». Y‘el serio’ repasa a los amigos que se le han ido. «Conociéndoles, la que pueden liar allá arriba:Gin, el Perich, Chumy, Máximo... y Wolinski.

Cuando nos despedimos me dio un abrazo enorme, un achuchón, ‘y no soy gay’, me dijo. Espero que vengas a París como yo he venido a Llançà y haremos un poco el gamberro». Encuentro que ya no es  posible aunque ‘el Fer’ sí piensa cumplir la parte que le toca. «Tendré que ir a París y desde la redacción de Charlie Hebdo enviarle un abrazo enorme y decirle que le añoro y le quiero y que, a lo mejor, dejo de ser  tan serio y me vuelvo un poco gamberrete como él. Un abrazo a él y a todos, Cabu, Charb, Tignous... humoristas que prefirieron la libertad ante todo».

Cree Fer que lo mejor que se puede hacer después de esta masacre es no darles la victoria a los asesinos. «Los jihadistas no han matado a Charlie Hebdo, que seguirán adelante y sobrevivirán en este mundo con dignidad y saber reírse, tener humor, que eso no se puede matar. Los humoristas seguiremos con nuestro lápiz y plumilla y no con kallasnikovs:Viva el humor, es nuestra única defensa».

No es gratuita la expresión ‘¡viva el humor!’ que utiliza Fer pues cree que la falta de sentido del humor es uno de los problemas que subyacen en muchos de estos comportamientos. «El fascismo, el jihadismo o los de ultra derecha no tienen sentido del humor, como algunos políticos que censuran chistes, cierran revistas o llevan al humorista ante el juez».

Es inevitable para Fer que esta masacre perpetrada ahora en Francia le haga recordar otra que él vivió muy de cerca, en El Papus. «Es cierto que este atentado me ha llevado a años atrás,  cuando yo empezaba a dibujar . Gin me llamó para que trabajase con él en aquella revista, El Papus, revista irreverente, sarcástica, rompe moldes, de humor sin fronteras. Éramos habituales en los juzgados y  un día de 1977 nos pusieron la bomba. Mi mesa de trabajo voló seis metros, yo tuve la suerte de que aquel día no había ido a trabajar».  

Así se salvó de aquel atentado y recuerda Fer aquella historia que tuvo mucho de  alegoría de la época. «Yo no había ido a trabajar porque tenía que ir a cambiar el final de una película de dibujos que la censura eliminó. La historia era una alegoría de la España franquista y la muerte de Franco. Mientras estaba en el estudio de Ja, rehaciendo el final  de la película, dan por la radio que han puesto una bomba en El Papus y había muertos. Me asusté. Pensé en mis amigos, cogí el coche y atravesé Barcelona cagando leches. Llegué a la Plaza Castilla, donde estaba la redacción, subí las escaleras y vi al pobre Juan destrozado por la bomba, vi la redacción con las paredes caídas, mesas por los suelos... estaba asustado cuando mi amigo Gin entró donde yo estaba , me abrazó y me llevó a La Vanguardia donde estaban mis colegas».

En las reuniones posteriores «los redactores decidimos seguir adelante, era lo mejor, aquello había sido lo que llamamos la visita del rencor».
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