Sacar de quicio

27/05/2017
 Actualizado a 14/09/2019
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Cosas que me sacan de quicio. Podría ser un buen título para un libro, ¿verdad? Quizá un día me anime. Todos tenemos cosas o personas que nos sacan de quicio. Y realmente es un fastidio porque cuanto más sabes que te molesta, menos lo aguantas cuando te vuelve a pasar. Yo, por ejemplo, no aguanto a las personas que hacen ruidos con la boca. Esas que mascan un chicle de manera excesiva o que se hurgan entre los dientes con la lengua para sacarse un resto de comida haciendo unos ruidos la mar de desagradables. Sólo de escribirlo ya me da repelús. Pero realmente lo que me saca de mis casillas en esta temporada es Renfe. Sí, lo tengo que decir. Os aprovecháis del monopolio que tenéis como única empresa de trenes para viajeros del país para tomarle el pelo a la gente en numerosas ocasiones. Porque claro, si no quieres coger el tren siempre tienes otras opciones, mucho peores en tiempo y comodidad, eso sí. Yo soy de las que viajo con frecuencia los fines de semana. Hasta hace nada los trenes tenían un precio asequible para mí, ya que al ser menor de 26 años tenía una tarjeta con la que me podía beneficiar de descuentos.Eso sí, fue cumplir los 26 y ni agua. ¡Esto sí que es una crisis y no la de los 40! Con el abono de metro me pasó lo mismo. Pero ya no es sólo por temas de precio, que también, sino que siempre que sacan promociones o descuentos pueden pasar dos cosas: una, o estás muy vivo y eres rápido o te quedas sin ello porque la página se colapsa y ni para adelante ni para atrás; o dos, ninguna de esas promociones se aplica para los fines de semana o para horarios más o menos normales y que le vengan bien a los que trabajan. Jugáis con las ilusiones de la gente… Y otra cosa: ¿por qué siempre que elijo mi asiento –en dirección al sentido de la marcha obviamente– me toca un asiento en sentido contrario? Me ha pasado las últimas tres semanas que he viajado. Eso sin comentar que pago un billete en un tren que vendéis como AVE cuando ni siquiera tiene categoría de Alvia. Máquina expendedora en lugar de cafetería y pantallas que sólo anuncian la parada. Ni una triste película mala para pasar el rato. Aun así, con Renfe me pasa como con una mala relación: ni contigo ni sin ti. Me encantaría poder prescindir de ello pero la realidad es que no puedo y vuelvo a caer. El viernes que viene me volveré a subir a un tren.
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