10/03/2016
 Actualizado a 17/09/2019
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Uno es muy ‘sabinista’. Y el disco que más me gusta de todos los que ha parido Joaquín es ‘19 días y 500 noches’, del año 1999. Y dentro de él hay una canción que a lo mejor no tiene la fama que otras pero que para mi propósito de hilvanar este artículo viene al pelo: «Como te digo una ‘co’ te digo la ‘o’». Es un rap, antes de que Sabina llegase a odiar los rap. Dos mujeres de vacaciones en Benidorm se encuentran en un chiringuito y se ponen al día. Bueno, una de ella, porque la otra ni gute. Comienza con un «Borja, como te ‘ajogues’ te mato» y sigue pasando revista a los acontecimientos que importaban a los españoles en aquel año de fin de milenio. Por cierto, también estábamos en plena crisis económica. No se libra nadie: desde la religión al rey Juan Carlos, pasando por Antonio Gala, la Sartorius, Urdangarin o el entonces príncipe, hoy rey, Felipe. Y tampoco los políticos, claro. Pone a parir a Aznar y a Anguita y por las nubes a González. Una estrofa es apabullante: «Fijate que yo, sin ser socialista de las de carné y hasta aquí del GAL y de la corrupción, que sí, que existió, una mala gripe que había que pasar...».

Sabina es de izquierdas. Luego cometió el error de formar parte de la ‘troupe’ de la ceja que apoyó a Zapatero, pero todos hemos cometido pecados. Como Sabina, estoy seguro, pensábamos la inmensa mayoría de españoles. El GAL fue un instrumento para herir a la hidra de ETA. ¿Que no debió suceder? Seguro, pero eran los años de hierro de la banda, con muertos y más muertos en la calle. Antes del GAL se habían formado otros cuerpos ‘paraestatales’ para luchar con sus mismas armas. Desde la ‘Triple A’, a los ‘Guerrilleros de Cristo Rey’ o el ‘Batallón Vasco Español’. Lo malo es que estaban financiados con fondos reservados del estado y, aunque compuestos en su mayoría por mercenarios franceses, estaban dirigidos por policías españoles. Es una prueba evidente de que el poder piensa, a veces, que «el fin justifica los medios».

El asunto molar es que desde la tribuna del Congreso de los Diputados, (la única desde la que se pueden decir las mayores barbaridades sin consecuencias penales), el señor Iglesias acusó a González de tener las manos manchadas de cal. Una acusación tan gruesa, es una estupidez. Es como si yo digo que el camarero Pepito mete mano en la caja. Si le pillo haciéndolo, bien, despedido y sin finiquito ni nada. Pero si solo es una sospecha, aunque esté convencido de que lo hace, se acabó: es un quiero y no puedo, porque, mayormente, no tengo pruebas. La certeza moral, la mayoría de las veces, es un brindis al sol. Uno está seguro de que Iglesias lo hizo porque lo que quiere en realidad es romper los puentes con el Pesoe. Está seguro de que en las próximas elecciones, que las habrá, le pasará por la izquierda y será el referente de los ‘descamisaos’. Uno no sabe, cabalmente, si lo hace por ego, que tiene a montones, o por estrategia. Da lo mismo: realmente lo hace y punto.

Creo que el señor Iglesias se ha pasado de la raya; hay verdades que nunca se pueden demostrar y que es mejor callárselas, y mucho más las que tienen que ver con ETA. No quiero ponerme ni por un momento en la piel de un hermano, un hijo o un padre de alguien a quien asesinó un comando etarra. Me imagino que nunca podría perdonarles, que les odiaría.

Lo que hizo el señor Iglesias se llama pasar factura, actualizar el odio al poder que se niega a reconocer. No es el único. La pregunta es que si llegara a gobernar, que lo hará, ¿seguirá en la misma linea?, ¿no dejará ni un asunto de nuestro pasado sin revolver? Pues tiene para un rato..., no acabaráen 19 días y 500 noches. Salud y anarquía.’
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