¿Ruinas? No, un libro de historia

24/03/2017
 Actualizado a 14/09/2019
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No hay mejor lección de historia que las paredes al descubierto de cualquier casa, de cualquier edificio. Aquellas que el tiempo ha desnudado, aquellas que dejó caer el olvido y el abandono, aquellas a las que la máquina le derribó otras que la tapaban...

Allí aparece escrita la vida. Allí se solapan las capas de pintura o de papel pintado, las que nos cuentan cuando fueron los buenos y los malos tiempos, cómo se sucedieron. Allí encuentras la vieja cisterna de cadena a la que nunca llegó el relevo de otras más modernas; allí aparecen trozos de tabique de ladrillo sencillo que nunca logró amortiguar los sonidos que llegaban de las estancias contiguas; allí los trozos de falso techo a los que nunca llegó el relevo entrecruzados con las maderas que se vinieron abajo cuando el agua cumplió con su cruel trabajo de pudrirlas horadando bajo las tejas...

Allí queda el retrato de aquella persona a la que amaste o admiraste, el póster que marcó cada despertar, la última mirada de la noche buscando una imagen bella y amable con la que decirle adiós al día y sus batallas diarias.

Un buen día dejan de ser casa y son escombro.

Un buen día dejan de ser intimidad y son cotilleo.

Un buen día se acaban los secretos y se lanzan a los cuatro vientos.

Un buen día alguien las mira como si fueran un libro de historia.
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