Réquiem por la Filosofía

César Pastor Diez
01/08/2017
 Actualizado a 12/09/2019
La crisis inmisericorde que se abate sobre los estudios humanísticos comenzó en España hace décadas con la supresión del latín en el antiguo bachillerato elemental, y descarga ahora un nuevo ramalazo con la anunciada supresión de la filosofía en los estudios medios. Nuestros mentores más obtusos así lo han decidido, como si en nuestro sistema educativo no hubiera asignaturas inútiles que exigen más rápida eliminación y como si no hubiera gaitas más importantes que tocar para librarnos del infamante estigma de ser el último país de Europa en rendimiento escolar, que no es culpa de los profesores ni de los alumnos, sino del propio sistema docente.

No es la primera vez que esto ocurre en la cultura de nuestro país, y probablemente no será la última. Hacer tabla rasa del caudal filosófico heredado de siglos ha sido la gran tentación de no pocos grandes y pequeños personajes y personajillos de todas las épocas, especialmente en aquellos momentos históricos en quese ha sido incapaz de añadir ni una sola tilde a tan generosa herencia intelectualacumulada durante veinticinco centurias.

Eliminar la filosofía equivale a cegar las fuentes de nuestra civilización occidental y cercenar las raíces de nuestra personalidad colectiva que ha tenido proyección tanto en la Américasajona comoen la latina. La filosofía es, antes que nada, el resultado de un modo eminente de pensar, y el pensar es el rasgo más eminente de la condición humana. Ludwig Feuerbach, en su crudo materialismo, decía que «el pensamiento no es más que una secreción del cerebro, lo mismo que la bilis es una secreción del hígado». Sin embargo yo no tengo noticia de que jamás el cerebro de una bestia haya secretado una Novena Sinfonía, una Gioconda o una catedral gótica. La filosofía cultiva el pensamiento, enseña a discernir, a opinar por cuenta propia. Es la mejor terapia contra la estéril uniformidad de que se han servido todos los avisados para manipular a las masas populares, de la misma manera que el fanatismo religioso y el oscurantismo lo hicieron en los caliginosos tiempos medievales. Podría decirse con fundamento que la filosofía comunica libertad porque el hombre es libre cuando puede pensar por sí mismo. Y durante siglos a los filósofos se les ha llamado pensadores.

Pero se acabó. Si los hados no lo remedian, Aquiles no perseguirá más a la tortuga. Ahí queda Sócrates con su mayéutica, apurando de nuevo hasta las heces su copa de cicuta. Se acabaron las luminosas alegorías de Platón y la metafísica de Aristóteles. Terminaron las sabias creaciones de San Agustín y de Santo Tomás de Aquino. Despidámonos de los silogismos categóricos, del principio de causalidad y del árbol de Porfirio. Adiós, amigos y maestros Avicena, Averroes, Alfarabí, Ibn-Tufail y otros hijos de la media luna, quienes siempre me caísteis bien porque fuisteis tolerantes y honestos. No más problema de los universales con sus nominalismos, realismos y conceptualismos. No más dudas metódicas ni ordos geométricos ni apriorismos kantianos. Terminó la pugna entre determinismo y albedrío. Y sobre todo se acabaron las sumas teológicas, los argumentos ontológicos y el itinerario de la mente hacia Dios que comienza en Buenaventura y acaba en Zubiri, su último paladín romántico. Siempre recordaremos a Descartes, no por su dualismo racionalista sino por sus geniales coordinadas geométricas que nos han resuelto problemas formidables en el campo de la matemática. Adiós, retraído Spinoza; aunque nunca me convenció tu Ética, lamento que sufras esta segunda puñalada trapera;Abur, altivo Hegel, padre de las izquierdas y de las derechas que tanto sufrimiento han reportado a la humanidad: completado tu abanico de tríadas, el espíritu absoluto deambula ahora a trompicones quién sabe por qué oscuros recovecos del intelecto errático. Al diablo fenomenologías, axiologías, empirismos, vitalismos y existencialismos. Adiós, exaltado Nietzsche, trasmutador de valores y racista: ¡qué mal huele la chusma no aria!, ¿verdad? Por favor, haz callar a Zaratustra y escucha tan sólo música wagneriana, no vayamos a que tu voluntad de poder engendre otra bestia rubia al estilo de Hitler que convierta de nuevo a Europa en una descomunal cadaveroteca. Adiós, marginado Ortega; noventa años después de tu certero diagnóstico sobre nuestros males patrios, los españoles andamos todavía a la greña en una España invertebrada y sin un proyecto sugestivo de vida en común. En cualquier país civilizado que hubieras nacido te habrían levantado monumentos de basalto; pero naciste aquí, y ya es mucho que no te levantasen un cadalso. Adiós, iluminado y luminoso Raimundo Lulio; diste a tu terruño un idioma dulce y un arte magno, pero no te hicieron caso; rechazado en Roma, apaleado en África e ignorado en tu tierra, ¿adónde llevarás ahora tus bondadosas invenciones? Adiós, en fin, querido Balmes; a ti ya hace largas décadas que te arrumbaron, incluso los que por afinidad de nacimiento más honra te debían. Olvidaste que somos un pueblo desagradecido y una raza de fratricidas; quisiste ejercer de pacificador entre las Españas enfrentadas, y eso te perdió; dijiste verdades como puños, pero olías a sacristía, y eso también te perdió.

Queridos adolescentes: en adelante no necesitaréis filosofar. Os bastará saber que la economía es el motor de la Historia, y que la dialéctica de la Historia llevará al hombre indefectiblemente a la felicidad plena en una sociedad sin clases, sin Estado, sinespiritualidad y sin niño muerto. Es posible que no os enseñen filosofía, pero imagino que aprenderéis mucha física nuclear, mucha electrónica y sobre todo mucha cibernética. Así el día de mañana podréis contemplar cómo las máquinas hacen todo el trabajo mientras vosotros sentáis plaza de parados vitalicios.
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