¡Qué médicas, qué mujeres!

Mujeres extraordinarias debería ser el calificativo para las que podríamos llamar pioneras de la medicina –o la sanidad– en León:Nieves González Barrio, Justina González Morilla, Pilar Viñuela, Julia Morros Sardá, Delia Hidalgo... En todas ellas el compromiso fue más allá de la medicina

Fulgencio Fernández
16/10/2016
 Actualizado a 19/09/2019
Justina González Morillas, la única mujer entre todos sus compañeros de promoción en Medicina.
Justina González Morillas, la única mujer entre todos sus compañeros de promoción en Medicina.
Esta misma semana se presentaba la biografía de una leonesa singular: Justina González Morilla, «la primera», en referencia a que esta veterinaria y médica leonesa (que ambas carreras cursó) fue una auténtica pionera pues, explica su hija y biógrafa,Charo Barrientos, «fue la primera mujer Médico, Odontóloga y Pediatra de León y primera estudiante de Veterinaria en España». Añade que «hacía falta que se conocieran los datos históricos para evitar errores, pero sobre todo, para dejar constancia de las dificultades y la permanente, callada y continuada decisión por superarlas, que tuvieron que vivir las primeras mujeres que entraron a trabajar en especialidades reservadas hasta entonces a los hombres. Ellas forman parte de nuestra historia y merecen nuestro recuerdo».

Explica la primera parte pues es cierto que hubo algún malentendido sobre las fechas de las primeras mujeres en acceder a determinados campos tradicionalmente reservados a los hombres, pero tiene aún más razón en las vicisitudes que tuvieron que superar aquellas primeras profesionales de la sanidad en nuestra provincia.

Al ser apresado su marido por ser republicano, Pilar Viñuela se hizo cargo de sus pacientes Yahí es donde encontramos unas biografías dignas deser recordadas, contadas y colocadas en algún panel público para que no las olvidemos;de la citada Justina; de Pilar Viñuela, otra vida espectacular más allá de las fechas;de Nieves González Barrio, de Vegacervera, seguramente (por no asegurar nada)la primera licenciada en Medicina de la provincia de León, aunque no ejerciera en su tierra, pero que ya se había licenciado en 1914, según ella misma contaba:«Fui alumna interna por oposición, trabajé gratuitamente en la Gota de Leche varios años, y en 1914, con mi carrera brillantemente terminada, vine a Madrid, para hacer el doctorado y empezar el ejercicio profesional. En junio de 1915 aprobé con sobresalientes y matrículas de honor las asignaturas del doctorado y en septiembre aprobé la tesis doctoral, también con nota de sobresaliente».

No menos interesantes son las aportaciones a la sanidadde mujeres como Julia Morros Sardá, curiosamente desde el campo de la Educación;o la farmacéutica Delia Hidalgo.

La fortuna de ser pobre


Siguiendo un orden cronológico, la biografía de la primera licenciada en Medicina, Nieves González Barrio, es un continuo ir y venir que ya comenzó con su nacimiento accidental en Riotinto, donde apenas vivió unos meses para regresar a la casa familiar en Vegacervera. Ella misma describe la situación familiar:«He tenido la gran fortuna de nacer pobre. Mi infancia y primera juventud trascurrieron en un pueblo pequeño (Vegacervera) de la provincia de León. Mi madre, maestra, ganaba 500 pesetas al año; mi padre, de un talento nada común, una laboriosidad infatigable y una honradez a toda prueba, trabajaba sin descanso para sacar adelante a sus nueve hijos, en escala de doce a catorce meses. Yo, que era la mayor, tenía que ayudar desde muy pequeña a mi madre en las faenas escolares y domésticas y a mi padre en el modesto comercio que tenia establecido».

La tesis de Julia Morros sobre el crecimiento en edad escolar en León es un legado impagable Pero ése era sólo el comienzo. Después de su brillante carrera se sucede una ajetreada vida que comienza con una triste anécdota. En 1917 saca la plaza de médico en Tetuán y «a los dos meses me nombraban, sin yo solicitarlo, médico del harén de Su Alteza Imperial el Jalifa», una afrenta a su condición de mujer que no aguanta y se va. Ejercé dos meses la medicina rural y en 1918 entra en el Instituto Ibys, trabaja después en Francia, pensionada en París, el Instituto Pasteur, visito los hospitales y asilos de niños y otras obras de protección a la infancia; después fui a Norteamérica. Trabajé seis meses en la clínica, famosa en el mundo, de los hermanos Mayo, en Róchester; después visité los hospitales de Chicago y Nueva York., enla Fundación Rockefeller fu encargada de la organización de las enfermeras visitadoras. Estuve con este fin en Boston, Baltimore, Newbedford, Washington, Philadelfia y otras poblaciones. A mi regreso, en 1922 fui nombrada auxiliar honorario y gratuito, encargada del laboratorio de Enfermedades de Infancia, de San Carlos, por el profesor Suñer: desempeñé el cargo sin retribución alguna durante nueve años»...

Una biografía apasionante y las ideas muy claras. A la pregunta en la revista Blanco y Negro, en 1925, de su opinión sobre el feminismo, lo tiene muy claro:«Creo que la mujer tiene tanto derecho como el hombre a ser feliz y la felicidad puede encontrarse en el trabajo y la salud, que viene a ser su consecuencia».

Delia Hidalgo, la primera farmacéutica en León, luchó contra el paludismo y la fiebre tifoidea Se han contado esta semana, con la presentación del libro sobre Justina González, sus incuestionables méritos académicos, pero no pasan desapercibidos otros aspectos u opiniones de esta mujer ejemplar. Así les propuso, e hizo, realizar revisiones dentales gratuitas a los alumnos del colegio de los Agustinos de Valencia de Don Juan... «gratis, por supuesto». Esta mujer de carácter, nacida en 1903 y fallecida en 1997, no escondía nunca sus opiniones ni transigía con lo que no le gustaba como bien pudo comprobar un falangista que golpeó a una chica en la Sección Femenina. Justina abandonó la fila y le gritó:«Auna mujer no se la pega».

En las aclaraciones de las fechas de cursar Odontología nos regaló nuestra compañera Cristina Fanjul algunos datos sobre otra pionera, su abuela Pilar Viñuela:«Cuando encarcelaron a mi abuelo al inicio de la guerra, ella se hizo cargo de sus pacientes. Entre otras cosas, atendió a los soldados del regimiento de Burgos cuyos rostros destrozaba la metralla. Les recibía de manera gratuita para salvar la vida de su marido, que se enfrentaba a un consejo de guerra por su militancia republicana. Estoy segura de que lo habría hecho de todas maneras. No era mujer de bandos. Tanto es así que acogía y curaba en su consulta a los maquis. Llegaban y dejaban las pistolas y las granadas junto al sillón de dentista. Siempre lo hizo por humanidad y a pesar de su filiación monárquica».

¡Qué mujeres, qué personajes!
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