Población reclusa

El número de presos de la prisión de Villahierro ha descendido notablemente a lo largo de los últimos años, lo que ha permitido que desciendan los niveles de peligrosidad que sufren los trabajadores a pesar de que ellos consideran que hay muchas cosas que mejorar

Las últimas agresiones que se han sufrido este verano en Villahierro deben servir como voz de alerta para evitar males mayores
24/09/2016
 Actualizado a 13/09/2019
La salud de una sociedad, el triunfo de una democracia, se puede apreciar en muchos detalles día a día. Uno de ellos es el estado de las cárceles, la vida en el interior de las prisiones, uno de los más complejos retos a los que se enfrentan nuestras instituciones por cuanto une los retos de la sociedad y de la justicia. De lo que ocurre puertas adentro no tenemos el conocimiento como para juzgar con datos que resulten objetivos, sino siempre las valoraciones llegan a partir de opiniones de algunos de los actos que protagonizan este escenario, bien los propios presos, los funcionarios de prisiones oInstituciones Penitenciarias. En cualquier caso, sí que hay datos objetivos para saber que la población reclusa ha descendido a casi la mitad en el caso de la prisión leonesa de Villahierro, donde hace siete años se hacinaban los presos y donde hoy la proporción permite que sean dos funcionarios los que están al cargo de cada uno de los reclusos. Sin embargo, siguen siendo muchos los retos que se tienen por delante en el fundamental papel que juegan las cárceles en la sociedad, tanto desde el punto de vista de la reinserción de los presos como de la seguridad de los trabajadores. Las últimas agresiones que se han sufrido este verano en la prisión de Mansilla deben servir como voz de alerta para evitar mayores y para mejorar la eficiencia de las cárceles.
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