26/11/2016
 Actualizado a 17/09/2019
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Hace más de dos años (30/8/2014), este espacio acogió estas palabras: «Hace días recorrí un tramo de carretera de esta provincia que aún conserva el sabor de aquellas avenidas verdes en las que el sol se entrevera con la sombra acogedora de un túnel de frescura. Me refiero al que se aproxima recta y bucólicamente a Gradefes desde Casasola de Rueda, en paralelo al Esla: unos kilómetros epifánicos de la previamente tortuosa LE-213. Recorrerlos, con la lentitud que exigen, acaba por convertirse en uno de esos goces que no aparecen en las guías turísticas ni se escriben con gastadas letras de panegírico, uno de esos que se topan sin buscarlos, de los que acaban por recordarse. Cuando se sale de esa galería esmeralda o, si es de noche, de esa bóveda entre fantasmagórica y acogedora que quizá convoca el instinto recónditamente familiar de nuestros orígenes como animales del bosque, se echa de menos su apostura de cosa antigua y bien pensada. Y se añoran aquellas que fueron incomprensiblemente taladas… en este rincón de la vega del Esla, los árboles se alinean en fila india en los márgenes de la calzada con una voluntad de cosa concebida para dotar de naturalidad y belleza a algo tan humanamente insidioso como es el asfalto. Allí, humildemente, una mano anónima y el paso del tiempo nos regalan un soplo de pura complacencia».

Se celebra estos días la Feria de turismo del Interior: estos sitios son los que hacen de ese interior un lugar digno de conocerse, y no las comparsas de época que escoltan a nuestros políticos con cara de circunstancia. Vendemos mascaradas cuando sobra naturalidad. Ignoraba entonces que esos árboles son chopos o negrillos autóctonos, no americanos, con su corteza oscura, añosa y áspera; y que el anterior ayuntamiento de Gradefes los protegió como cosa digna de ello. Parece ser, sin embargo, que el actual ayuntamiento pretende desampararlos y, tal vez, dar pábulo a su tala, a un insensato instinto arboricida. No lo hagan, se lo ruego.
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