Pasarela perro

10/02/2017
 Actualizado a 29/06/2019
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A aquellos viejos paisanos que crecieron entre perros que eran una mano más en el trabajo de la casa les cuesta trabajo asimilar, ahora que han bajado para el piso que compraron en León con los ahorros de tantos años, todos esos otros perros que ven desfilar ante sus ojos, unos atados, otros vestidos y abrigados para el duro invierno, otros metidos en una canastilla, algunos en el portabultos delantero de la bicicleta... pero ninguno trabajando.

– Yo si fuera de León también me gustaría ser perro, para vivir sin hacer nada, con calefacción y abrigado; comentan dos de ellos, sentados en los bancos de la bolera de San Mamés.

– Si naciste para martillo... tú si naces perro te mandan de carea para un rebaño de 3.000 ovejas, que no paras de correr en todo el día.
Y deciden abandonar el control que tenían sobre los jugadores de bolos para dedicarse a comentar lo que podría llamarse ‘la pasarela perro’, es decir todos aquellos que pasan por allí.

La verdad es que se pusieron un poco atorrantes en sus comentarios. Si son grandes que «no deberían dejar tener en un piso a un bicho así»; si son pequeños que «para qué querrán un ‘guto’ así, que ni come ni habla (sic)»; hasta que pasa una mujer con un perro salchicha (teckel, explicó ella) y el tal Mariano le espetó: «Señora, no le faltan dos patas en el medio?».
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