Angel Suárez 2024

Papeletas y papelones

29/03/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Parece mentira que tras milenios de civilización hayamos conseguido viajar a la luna, dividir el átomo, curar el cáncer y, sin embargo, no hayamos dado con mejor forma de organizarnos pacíficamente que la democracia representativa.

Cada día encuentra uno en los medios de comunicación razones incuestionables para concluir que darle al pueblo la posibilidad de votar (la posibilidad de votar a los candidatos que han elegido otros, claro) no facilita en modo alguno la eficiencia en la gestión de la cosa pública, ni la honradez en el ejercicio del poder, ni la minimización de los abusos de los poderosos sobre los débiles; más bien se diría que garantiza que la ineficiencia, la corrupción y los abusos sobre los desfavorecidos se desempeñen sin freno en las más altas instancias políticas.

En Andalucía, la comunidad que más sufre la corrupción y el paro, aquella en la que ha llegado a ser objeto de latrocinio el dinero destinado a ayudar los desempleados, la infalible mayoría democrática ha dado la victoria al régimen de los tres mil imputados. Será por aquello que decía George Bernard Shaw: «La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos». En Cataluña, la región española con mayor déficit público, aquella en la que más se ha robado desde el poder en toda Europa –y eso es mucho decir– el pueblo sabio no sólo parece dispuesto a seguir votando al partido creado por y para los Pujol, sino que si ese partido les pide que se den la mano y se pongan en fila, forman desde Gerona hasta Lérida con la sumisión de los jóvenes que Leni Riehenstahl retrató en el congreso de Núremberg. En fin, que es un pueblo sabio pero en fila y por donde manda el pastor desde el paraíso fiscal.

Un sistema en el que algo tan efímero, irracional, vacío y vocinglero como una campaña electoral puede influir decisivamente en la configuración del poder político, no puede ser intelectualmente defendible. Se me dirá que una campaña electoral no resulta decisiva en absoluto, ni cambia el voto de nadie, pero eso nos deja peor, porque entonces ¿por qué toleramos que se destinen tantos millones de euros, legales e ilegales, a financiarlas?

Estamos en Semana Santa y en la historia que en estos días se cuenta en las calles, la democracia también juega su papel, Pilato, asediado por los judíos del sanedrín y deseando eludir su responsabilidad como procurador del César, recurrió a una primitiva forma de democracia como último intento de salvar a Jesucristo. Habló el pueblo y las elecciones las ganó Barrabás.
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