21/06/2017
 Actualizado a 07/09/2019
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"Si yo fuese Dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti; lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir: con la boca)…" Ángel González conocía la sabiduría de los panaderos y la bondad del pan, de su sabor y de su olor –sencillos y acogedores ambos, hogareños– conocía también que el pan sonríe y sabe guardar silencio, sabe darnos la mano, sabe también a beso.

Yo también, sin ser poeta, conozco del bien que los panaderos hacen al género humano. Tengo un tío que fue panadero y en la memoria que conservan los sentidos, que no necesita de imágenes ni de palabras, atesoro las horas lentas pasadas en la panadería, la apacible espera a que la levadura hiciera su trabajo, el aroma y el sonido de la leña al crepitar, los gestos aprendidos y repetidos al amasar, el silencio blanco de la harina y el calor del pan recién salido.

Sin ser poeta, como hombre, puedo afirmar que el pan hace la vida más amable y agradable. No sé comer sin pan. Me gusta el pan en todas sus versiones: el rebojo de pan con un trozo de queso, el pan con chorizo, el pan que rompe la yema de los huevos y rebaña el plato hasta dejarlo limpio; el pan de las meriendas, untado con tocino y azúcar, con nocilla extendida, con jamón york; el pan del desayuno, con aceite y sal, con tomate, con mantequilla y con infinidad de mermeladas; el pan tostado y también el pan duro que se empapa con las sopas de ajo y hace más llevaderos los inviernos; en definitiva, amo el pan, que no necesita de intermediarios ni cubiertos y que como directamente con los dedos.

Por todo esto, me sorprende tristemente, que algunos panaderos, hayan recogido firmas y elevado una petición a la Real Academia de la Lengua para que borre de los libros el refrán: pan con pan, comida de tontos. Les parece ofensivo. Dicen que es un poco en broma y que se trata de una campaña para promocionar el pan. No creo que el pan necesite promociones. Yo debo ser muy tonto, porque me encanta incluso el pan sin más. Lo que parece claro es que en España si nace un tonto más, se cae al mar, porque ya no hay sitio para otro. Nos la cogemos con papel de fumar.

Y la semana que viene hablaremos de León.
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