24/01/2017
 Actualizado a 13/09/2019
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Todos habremos visto más de una vez alguna de esas películas de romanos en las que éstos se divertían viendo cómo las fieras devoraban a los cristianos, si bien las auténticas fieras eran los emperadores y demás colaboradores suyos en la persecución. No cabe duda que para el cristianismo supuso una verdadera prueba el hecho de que desde sus comienzos hasta principios del siglo cuarto fuera duramente reprimido. Pero en realidad las persecuciones religiosas han estado presentes a lo largo de toda su historia, de manera especial en el siglo veinte, incluida España, aunque por lo que se ve lleva las de ganar el veintiuno.

Precisamente se está celebrando ahora en Ponferrada la Semana por la Iglesia Perseguida con una serie de actos que tienen lugar en la céntrica parroquia de San Pedro, entre ellos una exposición fotográfica, promovidos por la ONG Ayuda a la Iglesia Necesitada. Independientemente de la simpatía o antipatía que algunos puedan tener hacia la Iglesia parece obvio que un derecho fundamental de las personas es el de la libertad en general y más concretamente el de la libertad religiosa. Por eso no tiene sentido ninguno perseguir a alguien por sus creencias, sea de la religión que fuere.

Lo que no admite la menor duda es que todos estos cristianos perseguidos que, en caso de no ser directamente asesinados, se ven obligados a abandonar su patria, a perder sus trabajos y posesiones, a ver cómo son destruidas sus iglesias, pudiendo evitarlo con renunciar a su fe, son todo un ejemplo y testimonio que pone en evidencia la mediocridad y cobardía de muchos que nos llamamos cristianos y que no estamos dispuestos al más mínimo esfuerzo, que nos dejamos llevar del respeto humano, de la pereza o de la comodidad, de la frivolidad y la indiferencia,que no valoramos lo que tenemos.

Es verdad que las nuevas fieras que son esos fundamentalistas fanáticos que sólo saben derramar sangre y fomentar el terror están haciendo mucho daño, pero tampoco faltan entre nosotros fierecillas que ejercen una verdadera persecución incruenta, pero destructiva. No vendría mal que reflexionáramos un poco, que fuéramos más solidarios con los que están sufriendo, que no les cerráramos nuestras puertas y que no olvidáramos que, como dijo un obispo de Irak, deberíamos mentalizarnos de que tal vez algún día los que nos creemos tan seguros podríamos vernos en su misma situación. Esta Semana por la Iglesia Perseguida es una llamada a nuestras conciencias ante la que no deberíamos hacer oídos sordos.
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