12/12/2014
 Actualizado a 15/09/2019
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Hace unas semanas celebrábamos en este espacio la apertura de dos bares-restaurantes de éxito, el Pandorado y el Entredós, y de otros dos restaurantes extraordinarios, el Ave César y el Pablo. A ellos hay que añadir la del Four Lions, en Sierra Pambley, una auténtica Brewery en la que se sirven diferentes modalidades de cerveza de elaboración propia, y la inauguración del sofisticado gastrobar Mamá Tere, en la Plaza Mayor, que supone la vuelta al ruedo del que fuera vicepresidente de la Asociación de Hosteleros de León, Andrés Cabero Santos. Precisamente esta asociación solicitaba esta semana su admisión en el Patronato de Turismo de León, y a algunos ni siquiera se nos había pasado por la cabeza que el Patronato no contara ya con la presencia de los hosteleros leoneses, sin los cuales el turismo en esta provincia es sencillamente inconcebible. Fuera del capítulo de los heroicos autónomos y de las pequeñas empresas, son noticia igualmente la impresionante reforma de la cafetería restaurante del Corte Inglés y la apertura de la terraza espectacular que se ubica en la azotea del hotel Conde Luna.
Todo ello en conjunto, más los que se me escapan, supone una verdadera explosión inversora de nuestra hostelería en un momento económico especialmente duro, lo que quiere decir que, o bien los empresarios confían en que es verdad que nuestros bolsillos empiezan a recuperarse, lo cual es dudoso; o bien piensan que los leoneses preferimos pasar las crisis en el bar al triste ahorro hogareño, lo cual es sin duda cierto.
El leonés es hombre de bar, y el bar es, desde los tiempos del Tío joroba, la institución leonesa por antonomasia. Lo contó Francisco Umbral en su Crónica de las tabernas leonesas, y lo recopiló recientemente Roberto Cubillo de la Puente en un minucioso y divertido trabajo titulado Aquella hostelería de León. Quien quiera conocer la historia del suelo que pisa cuando come en Casa Luisón, El Besugo (recientemente premiado por la Federación Española de Hostelería), La Gitana, El Palomo, El Racimo de Oro, La Bodega Regia o El Miche, o cuando se toma unas patatas en Blas, un vino en el Fornos, o un café en el Cantábrico, y quien quiera recordar escenarios fundamentales de nuestra historia reciente como el Novelty, el Savarín o el Sotomayor, debe adquirir de inmediato esta obra esencial de Historia leonesa.
El tiempo pasa y las costumbres cambian, pero el bar leonés sigue siendo ese lugar cálido en invierno y fresco en verano, donde nunca faltará una buena tapa para llegar cenado a casa. Que nunca nos falte.
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