"Mucho más que un techo"

Desde Cauce advierten de que la demanda para poder acceder al piso de acogida de la Fundación "ha aumentado un 30%" en sólo un año o año y medio

Rosa Álvarez
05/10/2015
 Actualizado a 17/09/2019
Cristina Mata atiende a una usuaria en la sede de la Fundación. | L.N.C.
Cristina Mata atiende a una usuaria en la sede de la Fundación. | L.N.C.
Es uno más de los múltiples servicios que prestan, pero su utilidad y resultados hacen que desde la Fundación Cauce destaquen el piso de acogida que tienen en la capital como uno de los más importantes que gestionan. Su objetivo es ser «un trampolín» para devolver la normalidad a la vida de los usuarios, que llegan a él con «un significativo deterioro físico, psicológico y social». Entre 2010 y 2014 esta vivienda dio cobijo a 30 personas, de las que una tercera parte lograron reinsertarse laboralmente. Una cifra que desde la organización destacan como «muy positiva» y que sirve para hacerse una idea de su principal función, lograr «la autonomía de la persona capacitándola en su propio desarrollo evolutivo». «Es mucho más que un techo», defienden.

Entre 2010 y 2014 esta vivienda dio cobijo a 30 personas, de las que una tercera parte lograron reinsertarse laboralmente La técnico del proyecto del piso de acogida, de la bolsa de empleo para hombres y coordinadora de voluntariado de la Fundación, Carmen Carnero, señala que uno de los requisitos para ocupar una de las plazas del piso de León es de hecho que estén inscritos en la bolsa de empleo, es decir que tengan tengan voluntad para cambiar el rumbo de sus vidas. Una tarea que reconoce que no siempre es sencilla. «Empecé con una bolsa de empleo de 80 personas que ahora se ha duplicado y si antes un 25 por ciento de ellas eran demandantes del piso, ahora estas rozan el 50 por ciento», señala Carnero, que recuerda que «sólo en año, año y medio ha aumentado un 30 por ciento la demanda».

La técnico del proyecto lamenta también que la lista de espera sea «inmensa», mientras que «las plazas siguen siendo las mismas». La vivienda está siempre ocupada y la estancia máxima en ella se ha fijado en seis meses, pese a que se admiten excepciones atendiendo siempre a la situación personal de cada uno. «El deterioro de la calle es brutal», afirma Carnero, por lo que el trabajo con los beneficiarios del piso de acogida es intenso. Deben cumplir las normas de convivencia fijadas, mantener una buena conducta y buscar trabajo o formación. «Imponemos una disciplina que esperamos que les sirva para el trabajo porque, en muchos casos, cuando acuden a nosotros han perdido muchos hábitos y están perdidos», apunta.

De los 30 usuarios que han pasado por el piso entre 2010 y 2014 la Fundación tramitó ayuda a 15 y participaron en casi un centenar de cursos. También se prestó tratamiento psicológico a 15 personas, bucodental a seis, tratamiento médico e intervenciones quirúrgicas a cuatro y terapias de seguimiento de desintoxicación a diez.

El perfil más común entre quienes buscan refugio en el piso de acogida es el de una persona «parada de larga duración, que ya no percibe prestación de desempleo y divorciados sin hijos que están en la calle o que se han alejado de  sus familias porque no quieren que sepan que están en esa situación». Desde la Fundación Cauce tratan de poner los medios necesarios para ayudarles y, además de cubrir todas las necesidades que puedan tener en la casa, atienden en la medida de sus posibilidades su problemática particular. Su intervención tampoco se ciñe únicamente al tiempo que estas personas pasan en esta vivienda, ya que una vez fuera se les realiza un seguimiento.
Muchos de ellos también siguen acudiedo a la organización cuando se hacen repartos de alimentos, ropa o material y tampoco dudan a la hora de prestar su ayuda a otros usuarios cuando es necesaria. «De todo se aprende», afirma Carnero, y nadie mejor que quien ha precisado ayuda para conocer las carencias de los demás.  
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