Monumento a la gran mentira

30/12/2016
 Actualizado a 01/09/2019
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Se recurre al tópico para paliar la derrota: «Todo depende del color del cristal conque se mire».

En este caso ni el tópico, ni el cristal, ni nada. La realidad lo mata todo, hasta el cristal está roto.

Mañana hace exactamente 25 años que entró a Hulleras de Sabero y Anexas el último turno de mineros. Al salir de la jaula de aquel 31 de diciembre de 1991 se desnudaron y dejaron allí todo, sus monos, las lámparas, las botas, el casco... se sacudieron el polvo. Y se acabó.

Se murió la mina en el Valle de Sabero y nació la gran mentira. Aquellos mineros habían aprendido a conjugar la palabra mágica:Reindustrialización. En corto y por derecho les dijeron que nadie sin trabajo, ayudas, posibilidades... Lo justo para quien sacrificaba su vida «por el bien común», esa frase que esconde las peores ignominias de esta tierra.

Yera mentira. Todo era mentira. Sólo eran palabras de mentirosos traidores, nada estaba escrito, nada creció, reindustrializar no singinificaba crear industrias, crear empleo no significaba dar trabajo... terrible. Y nadie pagó nada por ello. Nadie, ni tan siquiera, se puso rojo de vergüenza al atravesar las calles cada día más vacías de los pueblos de sus grandes mentiras.

La mina cerró. Los castilletes se oxidaron. Vegamediana caminó hacia la ruina. Las gentes cogieron los trenes del amanecer hacia la decepción y la frustración. Los edificios se cayeron. Los cristales se rompieron, no tienen color.
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