Imagen Juan María García Campal

Más fuerte que una bomba

22/03/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Escribo con el alma en entretiempo y espero que la rotunda sonoridad del título y los trágicos, criminales recuerdos que pueda traer, desde el inconsciente colectivo a la memoria, no aleje al posible lector de mi texto, pues es totalmente pacífico y balsámico el motivo de usar como epígrafe el nombre (‘Louder than a bomb’) del festival que, desde 2001, se celebra a finales del invierno, en la ciudad norteamericana de Chicago dedicado a la poesía, esa manifestación de todo lo humano cuya escritura, digo con Cesare Pavese, «es como hacer el amor: nunca se sabrá si la propia alegría es compartida» y que es de la que hoy, como lector de ella, quiero escribir. Es más, quisiera que título y texto llevase algún nuevo lector a sus páginas, proclamando cómo a su través se puede completar el propio erotismo, pues, tal dijo Octavio Paz, si aquel «es una metáfora de la sexualidad», la poesía es «una erotización del lenguaje».

Por largo tiempo, se dice, no fue la lectura de poesía un gusto tan extendido como lo es en la actualidad. Acaso sea –por más que el miedo nos cierre los ojos–porque como dijo Miguel de Cervantes, «el año (tiempo) que es abundante de poesía (y éste lo es), suele serlo de hambre», o quizás porque, hoy como nunca en los últimos años, nos sea preciso –tal indicó Italo Calvino– buscar, encontrar «una explicación general del mundo y de la historia», sin olvidar que “debe tener en cuenta ante todo cómo estaba (está) situada nuestra casa...». O quizás, sencillamente, aún sabiendo los poetas, recordando a André Gide, que «todas las cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo», sigan empeñados, quieran, de mano de la belleza, «más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado» tal recomendó Unamuno.

Muchas bondades dona leer poesía: acicatea el pensamiento activo, alimenta con los valores que honran lo humano y nos convocan a su constante mejoramiento. Es defensa frente a la incultura, la mediocridad, el machismo, las violencias, el fanatismo religioso o político, el racismo, el egoísmo; contra todo aquello que nos deshumaniza. Ante la palabra poética se humillan la injusticia y el odio. En las múltiples poéticas se halla la más varia, noble y común dimensión humana del amor, la más humana senda al propio conocimiento a través de la escucha del otro, de su conocimiento. Sí, leyéndola, la poesía, se muestra «más fuerte que una bomba» que, además, al explotar, tan sólo (¿sólo?), siembra belleza y pensamiento: vida.
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