Los rostros más solidarios de la Navidad

Más de 20 voluntarios colaboran cada día en el Banco de Alimentos para suministrar comida a sus cerca de 8.000 usuarios y 50 personas más cocinan gratis en el Comedor Social

D. Aldonza
21/12/2014
 Actualizado a 11/09/2019
Avelina Valcarce, voluntaria del Comedor Social San Genadio desde hace quince años. | L. N. C.
Avelina Valcarce, voluntaria del Comedor Social San Genadio desde hace quince años. | L. N. C.
Si se pregunta qué es lo que hay detrás de la cola del Comedor Social San Genadio o dónde habrá ido a parar el paquete de arroz que entregó para el Banco de Alimentos a finales de noviembre, la respuesta está en su mano. Es usted quien elige ese kilo de comida y lo entrega a otras manos, que lo pasan a unas nuevas, que lo empaquetan y transportan hasta otras manos -las últimas-, o que lo cocinan y sirven caliente en un hogar donde esperan otras tantas -que tristemente se han multiplicado en los últimos años-. Tras pasar un tiempo -pequeño- con algunos de los voluntarios que prestan sus manos de manera totalmente solidaria para ayudar a quien lo necesita, a uno le da por pensar que quizás la Navidad también sea eso: manos, las que dan y las que reciben, o las que al recibir aportan otras muchas cosas.

Sería un absurdo asociar el voluntariado solo a la Navidad y, de hecho, las cifras hablan por sí mismas con más de 20 personas colaborando diariamente en el Banco de Alimentos del Sil (BAS) para suministrar comida a sus cerca de 8.000 usuarios (fieles durante todo el año) o con otros 50 voluntarios que cocinan y ponen la mesa para los cerca de 60 que se sientan a ella en el Comedor Social o que llevan el tupper para que sus hijos coman caliente en casa.
«Creo que hoy en Ponferrada nadie pasa hambre y eso es gracias a la solidaridad de los voluntarios, pero también a las incontables donaciones de las familias del Bierzo». Es la opinión de Fernando Fra, coordinador del Hogar del Transeúnte y Comedor Social San Genadio, o como él se presenta: «otro voluntarios más». Esa es una buena noticia, le digo, pero cuando uno ve esa cola esperando para entrar al comedor, siente vértigo: «El vértigo lo siento al darme cuenta de que las personas somos capaces de ayudarnos las unas a las otras. Este lugar es necesario en las sociedades, no todos podemos ser ricos -aunque eso estaría muy bien- y es francamente agradable que entre todos podamos abastecer con comida a toda esta la cola», contestó alguien que la observa a diario desde años. Fra cuenta cómo «por desgracia, el perfil ha mejorado de un tiempo para acá». «Al principio, como Hogar de Transeúnte, atendíamos a gente que venía al Bierzo a buscar trabajo en el campo -para la vendimia o la temporada del pimiento- o a la mina y se quedaban aquí hasta que cobraba la primera paga; ya hace mucho que eso no es así», apunta. Actualmente hay usuarios que acuden a comer y cenar, otros que «o bien, por vergüenza, o porque tienen niños pequeños y este no es el mejor entorno para ellos» cogen la comida preparada y la llevan a su casa y, en menor medida, otros recogen los alimentos y los cocinan por su cuenta.
En el menú, cabe todo: «Caldo, puré o alubias de primero y carne, pescado o embutido de segundo». Lo dice Adela González que, recientemente jubilada de las cocinas del Hospital de la Reina, en Ponferrada, asegura que «venir al comedor después de trabajar, me llenaba. Algunos días marchas más contenta y otros más triste». Pero para alguien que ha pasado una vida detrás de los fogones, «esto es una gran satisfacción», añade. Avelina Valcarce la acompaña como voluntaria y declara que «lo mejor, más allá de sentirse útil es el agradecimiento». «No creo que nadie sea tan agradecido con mis platos, ni siquiera en mi familia, como ellos», piensa.

Precisamente, por esa necesidad de mantenerse ocupado, Raúl Armesto, empezó como voluntario en el BAS hace seis meses: «Me quedé sin trabajo y después de un tiempo en el paro, Genita me recomendó venir. Ahora me siento más útil, tengo un compromiso con los demás aunque no reciba un sueldo por mi trabajo». La coordinadora del Banco de Alimentos, Patricia Rodríguez, explica que, en los últimos años, el número de voluntarios ha ido creciendo con la crisis, por un lado, por el aumento de las necesidades sociales y, por el otro, debido a las altas cifras de paro: «Cuando sales un día y otro día a buscar trabajo y nadie te da una oportunidad, se te cae la casa encima».

Otro caso bien distinto es el de Genita García, voluntaria del BAS desde que empezó su proyecto solidario hace más de veinte años. Ella es la encargada del mercado y aunque dice que su edad, «ya poco puedo ayudar», sus ojos revelan que aún queda Genita para rato. Es el alma de la asociación. Todos preguntan por ella y cuando la necesitan, «siempre está ahí, aparece en el momento oportuno», apunta Rodríguez. Se encarga del mercado y, sin faltar a la cita desde hace años, los miércoles y los sábados sale con su carrito a la Plaza de Abastos para recolectar productos frescos.

«Pregunto en cada puesto si tienen algo para las familias con pocos recursos de aquí, nuestros vecinos, y cada uno me da lo que puede, que la cosa está muy mal para casi todos», cuenta. Así, «unas veces nos dan patatas, otras verdura, carne, huevos, de todo un poco», agrega.

Navidad, una época especial

«Nochebuena es un día extraordinario y tiene que serlo para todos». Fra cuenta que la cena de Nochebuena corre este año a cargo de una voluntaria: «Ella ha comprado toda la comida y además vendrá a servirla». Así, el menú en el Comedor Social para la cena del día 24 se compone de entremeses, langostinos y cordero. Por su lado, desde el Banco de Alimentos también han preparado lotes de alimentos con dulces navideños. «En la Gran Recogida, muchos se acordaron de estas fechas», destaca Rodríguez.

Esta Navidad ya están todos preparados en el Bierzo para poner la mesa y, por qué no, para comer con las manos.
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