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Lo tengo, no lo tengo

29/03/2017
 Actualizado a 15/09/2019
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Que el número de los necios es infinito, ya lo dice el Eclesiastés y, por desgracia, este versículo, me viene a la memoria más veces de las que me gustaría. El problema añadido es que en España, si nace un tonto más, se cae directo al mar, porque ya no entra.

Tengo el recuerdo de ir a comprar yogures de Danone a las tiendas de ultramarinos de mi pueblo, no tanto por los yogures, que pasábamos bien sin ellos, como por el sobrecito con cromos que te daban. Era un sobrecito amarillo y en su interior venían cuatro o cinco cromos de la serie de Jackie y Nuca, dos ositos de dibujos animados, que comían fruta en el Bosque de Tallac. Era emocionante abrirlo y comprobar los cromos que venían y pegarlos después en su correspondiente álbum (con pegamento Imedio o Supergen, pues todavía no había llegado el de barra).

Luego estaban los cromos de fútbol. En sobres también, pero que había que comprar, donde Jesusa. Eran cromos con todos los jugadores de la Liga y con sus características. La exigua propina que nos daban los domingos, se iba en cromos y si quedaba algo era para una partida al futbolín y algunos regalices. Éramos felices.

Dice Platón y luego lo repite Montaigne que para los niños, los juegos, son la cosa más seria del mundo y no había nada más serio en nuestro mundo de entonces que completar el álbum. El intercambio de cromos, lejos de ser una actividad baladí, desarrollaba y ejercitaba muchas virtudes que luego habrían de ser necesarias en la vida adulta. Sabías de memoria los que tenías y los que te faltaban, llevabas una lista, hecha con cuidado en una hoja de cuaderno de cuadrícula con los números correspondientes y el taco de los repetidos bien atado con una goma, en el bolsillo. Al llegar el recreo comenzaba la negociación. Y para ello era necesario, tener claro lo que querías y cuanto valía lo que te sobraba. Había cromos que salían muy pocas veces y su valor se multiplicaba.

Comenzaba hablando de necios porque, al parecer, dos colegios de Pamplona, han prohibido los cromos, con razones peregrinas, que si generan ansiedad y fomentan las desigualdades. Así es la vida. Mejor ir aprendiendo de pequeños.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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