Lo cortaron todo... todos

Puerta grande para los tres toreros o siete orejas y un rabo es el resumen de la corrida de Astorga; la rejoneadora Ana Rita logró trofeos en los dos toros y Javier Castaño cortó el rabo

Fulgencio Fernández
22/08/2017
 Actualizado a 18/09/2019
La rejoneadora portuguesa Ana Rita en uno de los lances que tanto gustaron ayer a los astorganos. | MAURICIO PEÑA
La rejoneadora portuguesa Ana Rita en uno de los lances que tanto gustaron ayer a los astorganos. | MAURICIO PEÑA
El resumen, como tantas veces, te lo regalan los comentarios de los aficionados. Acabó la corrida de Astorga y mientras los tres toreros –la rejoneadora portuguesa Ana Rita, y los leoneses Javier y Damián Castaño– salen por la puerta grande un paseante pregunta.

- ¿Cortaron  algo?

- Todo.

Cierto. El resumen de la corrida es de los que te deja la impresión de que no se puede utilizar la expresión de tristeza de «vengo de los toros» que dicen los clásicos pues siete orejas y hasta un rabo se llevaron para casa los tres citados: tres orejas (dos y una) la rejoneadora; dos orejas y un rabo (el del quinto novillo) Javier Castaño y dos orejas (del sexto) su hermano Damián. Más no se puede pedir y tampoco dudar de la generosidad  del presidente. O estamos de fiesta o no lo estamos, es verdad.

Fue una tarde de diálogos, diferentes pero diálogos a fin de cuentas.

Abrió la tarde, con menos de media entrada –la sombra prácticamente llena, el sol absolutamente vacío–, la rejoneadora portuguesa Ana Rita, que trasmite con su sonrisa la felicidad que declara de «haber cumplido un sueño que tengo desde niña y ya llevo seis años viviéndolo». Pasó tragos malos, como una grave caída en 2013 y lucha como pocos. «Entreno 8 horas al día con 12 caballos».

Ayer sacó algunos de ellos, Dakar, As de oros, Fandi, Castuera o Dom Quixote, entre ellos. A su lomo establece un constante diálogo con el toro, al que no deja de citar, hablar, retar, «¡ven toro, ven!»... y después de salir victoriosa del envite grita un «¡vamos allá!» que escucha toda la grada. Después se dirige hacia la zona de la grada que ya ha calado como más festiva y les anima a que aplaudan sus lances. Y obtiene la respuesta esperada.

Pinturera, portuguesa, simpática, lista y llena de gestos sabe subir la temperatura. Y así cierra dos faenas muy parecidas en las que después de su diálogo con toro inicia el diálogo con la grada, con la sonrisa franca, las manos al viento animando a aplaudir... hasta que el presidente muestra el pañuelo de la segunda oreja en el primero de sus novillos y una primera que se le resistía en el segundo después de sus problemas para matar y tener que bajarse a descabellar.

Por una vez, el diálogo fue posible.

Salió Javier Castaño, el torero leonés, la esperanza de los paisanos que escuchan su valentía ante los miuras. Su diálogo es con las paradojas, que  persiguen a un niño que crece en Cistierna y sueña con ser torero;a un matamiuras que está ante un enemigo pequeño, a un leonés que no logra abrir la puerta de la plaza de su ciudad, no la grande, la puerta. Su forma de llamar es ir de Valdepiélago a Astorga, con orejas y rabos en las manos. En su primer enemigo parecía ir sobrado, como si a un especialista en toros duros hacerse con aquel rival fuera un juego. Y lo dominaba, pero tal vez esa facilidad que se le supone y la emotividad que había sembrado Ana Rita dejó la faena en otra paradoja, bien pero no emociona. Leyó bien la tarde y en su quinto toro sumó a la superioridad el diálogo con los tendidos. Les dedicó el toro, sumó desplantes, caminó en torero, se arrodilló, dio pases mirando al tendido... y ahí sí, ahora sí, el diálogo funcionó, se levantó el público, volaron los pañuelos y hasta el del presidente:una vez, dos... y tres. «El rabo» comentaron, algunos extrañados pues realmente no lo había pedido más que un pequeño grupo. Pero «presidentes tiene la santa madre Iglesia», que diría un clásico.

Y con el clima en el clímax de una tarde de sol y aficionados a la sombra, después de una primera faena en la que mató muy mal, Damián Castaño se subió al carro de una tarde de éxitos y cuajó su mejor faena, . Dos orejas y puerta grande para todos.

Final feliz para una tarde que comenzó con un minuto de silencio, y que finalizó con cinco de aplausos.

- ¿Cortaron algo?

- Todo.
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