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Llevar la mirada al zapatero

14/06/2017
 Actualizado a 12/09/2019
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La mirada, igual que los zapatos, también se ahorma, hasta que encaje en ella el pie de la realidad. Puede ser que al principio, según seamos más o menos sensibles, lo que miramos nos haga un poco de roce, rozadura. No hay problema, se llevan los ojos a la horma, con molde de madera o acero y se les da forma. Así tenemos la mirada: formada, uniformada, deformada. No tendría mayor gravedad que la de una enfermedad oftalmológica, si no fuera porque la mirada es expresión, metáfora, del pensamiento y esto sí que es preocupante: tenemos el pensamiento ahormado, formado, uniformado, deformado.

El molde de madera o acero para el pensamiento, son los medios de comunicación o de entretenimiento. Voy leyendo la prensa digital. Al abrir uno de los periódicos, en la portada me encuentro con una fotografía de Ignacio Echeverría. Un joven sonriente del que si sólo pudiéramos juzgar por su imagen, no diríamos a priori que es persona capaz de malicia o maldad. A pie de foto el titular nos cuenta que Ignacio murió tras enfrentarse con los tres terroristas a la vez. Intento imaginar la escena y me estremece la furia del deber, el convencimiento del acto moral, la violencia de atacar para defender, de enfrentarse a tres para ayudar a un prójimo, la sinrazón de defenderse con un monopatín frente a tres puñales. Me estremece la plenitud de sentido de su muerte, frente a lo absurdo de las vidas de sus asesinos.

Pero algo no me encaja, algo chirría en la portada, como una mota de polvo o un mosquito navegando en el ojo. Me cuesta descubrir qué es lo que falla. Finalmente me doy cuenta. Bajo la noticia de Ignacio Echeverría, ocupando el mismo espacio, hay otra noticia, ilustrada con la imagen de un joven tumbado, con oxígeno para respirar, auxiliado por asistentes sanitarios, en bañador, con este titular: «Concursante del reality ‘La isla’ es evacuado al temer por su vida».

Que aparezcan en la portada de un periódico, al mismo nivel, con el mismo espacio y con parecido tratamiento, ambas noticias, equiparando de manera sutil, incluso inconsciente, la heroicidad y la banalidad, me parece de tal obscenidad que deberíamos llevar la mirada al zapatero. Ya nada nos hace rozadura.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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