Las herederas de la Mesta cruzan León

Cientos de ovejas atraviesan las calles de la ciudad siguiendo las cañadas que las llevan a los puertos de verano

D.L. Mirantes
02/07/2015
 Actualizado a 16/09/2019
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Ya vuelven cantando, acompañados por sus ovejas de gruesos y anchos hocicos, nariz arrugada y lana fina, corta y rizada que las recubre por completo. Cientos de ovejas merinas, 1.500 para ser exactos, han cruzado lo que ahora se define como la capital y durante siglos fueron los caminos, las cañadas, que siguieron en su subida a los puertos desde las lejanas tierras extremeñas.

Dirigidas por Cándido Morán y escoltadas por el azote de los lobos, los fieros mastines, y a la orden de los perros careas, el brazo ejecutor del pensar del pastor, avanza el hatajo hacia latitudes más altas, donde esperan las amplías praderías que se extienden a los pies de la peñas altas y crespas, con melena rizada, de la montaña leonesa. Suben a los puertos de Aronda, el Cordellín y Ferreras.

Dentro de unos días habrán cruzado los valles y llegado a su destino tras completar cientos de kilómetros, decenas cada día, en busca del verde pasto que refrescan los neveros entre los picos de la sierra, donde la hierba es ahora más nutritiva. Permanecerán en la montaña varios meses hasta que tengan desandar lo andado, de vuelta a la majada cotidiana.

Una migración estacional en claro declive. Muchas ya llegan en camiones largos como ríos, antes también lo hicieron en tren, atropellada por las nuevas formas de producción, más competitivas, menos naturales. Sin embargo, aún quedan pastores, que por más romántica que resulte su labor, son unos grandísimos profesionales, como se demuestra a su partida, que se queda la sierra, triste oscura y y, lo más grave, más de cuatro zagalas quedan llorando. 
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