Lágrimas de caramelo

Hace ya dieciséis años que comenzamos la docencia universitaria en las aulas del valle de Sajambre. Más de mil alumnos han participado en alguno de los cursos que de manera ininterrumpida se han celebrado en aquellos territorios de excepcional belleza y de altísimo valor ecológico, pero ni de lo uno ni de lo otro se puede vivir si no sabemos encauzar nuevas propuestas para sus pueblos y sus gentes. Ahora, más que nunca, se hace imprescindible que una tormenta de ideas genere opciones de futuro para unos pueblos que se quedan sin residentes, pero que acogen a cientos o miles de visitantes cada fin de semana y muy especialmente durante los meses de verano. Nada de esto será posible si no ideamos modos y maneras para que permanezca una población estable y que además goce de todas las garantías y derechos a que son acreedores. Desde el mundo de la investigación y el conocimiento queremos seguir aportando un pequeño esfuerzo para conseguir tal fin. El pasado fin de semana estaba allí con mis alumnos estudiando la biodiversidad del territorio, por entender que solo sobre lo que se conoce se pueden aventurar medidas de uso y gestión ambiental, social y económica. A mi lado los compañeros de siempre. Anabel, quién trataba de plasmar con lágrimas de caramelo la belleza del entorno, encerrando en malla dorada parte de la esencia micológica que estábamos estudiando. La cara de los alumnos era toda una revelación cuando miraban y admiraban su labor y, especialmente, la entrega que muestra en cada una de sus actuaciones. Se nota que le gusta lo que hace porque trasmite fuerza y vitalidad cada vez que nos acompaña. Basi es quién nos apoya formando a las nuevas generaciones en el amor, estudio y respeto por la naturaleza. Óscar es quién nos guía y ayuda a superar problemas de toda índole, a nosotros y a los lugareños quienes debieran agradecerle el desvelo hacia un pueblo que sin ser el suyo, el siente como propio. Cuando puedan, como nosotros, respiren y vivan los Picos de Europa.