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La verbena democrática

10/05/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Anda el patio revuelto y nadie sabe dónde ni cuánto va a llover. Pero todo el mundo olfatea una tormenta. Y no estoy hablando de la Virgen de Castrotiierra a la que, por supuesto, iré a despedir el próximo sábado a la Astúrica, Augusta y Bimilenaria Ciudad de Astorga, antes de que regrese a su Santuario, acompañada por un centenar de pendones.

Me refiero a otro tipo de tormenta, otros aguaceros que pueden terminar en diluvio y que, quizás no estaría mal del todo, si se llevaran consigo a todos los malos que pululan en nuestro Planeta. Hablo de chaparrones electorales de los que nos vamos librando por los pelos pero que, me temo, no tardarán en arrastrarnos, como los glaciares del olvido se llevaron al poeta, por haber cometido el peor de los pecados.

El brexit, Trump, ahora Le Pen en Francia, tengo la impresión de que estamos jugando a la ruleta rusa –y jugamos incluso aquí, en casa, con derechos a decidir que no están escritos en ninguna parte y que pueden terminar con una bala azarosa en la cabeza-. Éste y no otro es el riesgo de las democracias: que las carga el diablo.

Ya dijo Platón –que no era el plato grande, sino un filósofo-, que cuando queremosconstruir un barco, llamamos a un naviero; cuando queremos levantar un edificio, recurrimos a un arquitecto y, sin embargo, cuando se trata de gobernar, dejamos que todos decidan por igual. Platón, está claro, no creía en la democracia.

No es tan sencillo hacer buen uso del derecho a votar. Siempre me ha parecido una estupidez supina que las televisiones hablen, cada vez que hay elecciones, de “la fiesta de la democracia”. Antes bien, considero el domingo electoral, como el día de trabajo más importante al que se enfrenta todo ciudadano cada cuatro años. Nada veo en votar de festivo ni mucho menos lúdico y considero que es diabólico y pernicioso que los medios nos lo vendan así. Aunque es tanto su empeño y su coincidencia en esto con los partidos políticos que me inclino por el piensa mal y acertarás. En lugar de concienciar a “la ciudadanía” de la responsabilidad del ejercicio de otorgar voto y confianza a una opción política, prefieren infantilizarnos políticamente con luces de verbena y música de coches de choque. No les dejemos. No le demos la razón a Platón.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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