La Semana Santa es cosa de matemáticas y astronomía

Los ciclos lunares establecen las fechas de la celebración de la Pasión de Cristo, una realidad casi correcta que es necesario acudir a razones históricas para entenderla

Ical
26/03/2017
 Actualizado a 12/09/2019
Procesión Virgen de la Amargura en 2016. | MAURICIO PEÑA
Procesión Virgen de la Amargura en 2016. | MAURICIO PEÑA
La relevancia de la Semana Santa en Castilla y León es incuestionable. Mueve a casi toda la sociedad, desde la eclesiástica y a los más y menos devotos, a todos los expertos en patrimonio o turismo de la Comunidad, que saben que esta fecha tiene gran peso en su calendario anual por la calidad de las tallas que salen a las calles para ser disfrutadas por los miles de ciudadanos que abarrotan las calles. Pero hay otro colectivo que tiene mucho que decir y del que no se sabe tanto: astrónomos y matemáticos. ¿Cuál es el motivo por la que la semana de Pasión cambia tanto de fecha? Este año Jueves y Viernes Santo se celebran el 13 y 14 de abril, frente al 24 y 25 de marzo de 2016. ¿A qué se deben estos límites tan rigurosos por el que el Domingo de Pascua nunca puede tener lugar ni antes del 22 de marzo ni después del 25 de abril?

José Francisco Sanz Requena, doctor en Ciencias Físicas y profesor del Departamento de Ciencias Experimentales de la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC), explica a Ical que la respuesta no está en el aire, sino en la observación del cielo y depende de los ciclos lunares. La regla que se utiliza es la siguiente: el Domingo de la Pascua de Resurrección es el siguiente a la primera luna llena que sigue al equinoccio de la primavera boreal (es decir, del hemisferio norte). “En realidad, esta regla es casi correcta y para entenderlo es necesario acudir a cuestiones históricas”, relata Sanz Requena.

Muchas fechas religiosas, en particular las católicas, tienen su origen en cómo se han adaptado las celebraciones paganas con raíz astronómica y están relacionadas a menudo con los cambios de estación. El caso de la Semana Santa es particularmente importante, narra el físico, “pues de su fecha dependen otras celebraciones religiosas, como Pentecostés y la Ascensión”. No sólo tiene repercusión la fecha desde el punto de vista religioso, sino también desde el civil, “ya que las fiestas religiosas tiene una gran importancia en el calendario laboral”, como también ocurre con la Navidad.

En realidad, explica, las fechas de celebración de la Pascua ha supuesto siempre un gran ‘follón’. Más o menos hasta el inicio del siglo VI los diferentes grupos cristianos tenían sus criterios propios y diferenciados para fijarla. Es precisamente en el Concilio de Arlés (año 314) donde se reconoció la necesidad de fijar una fecha común de celebración para toda la cristiandad. “Pero esto no acabó aquí, todo este jaleo llegó hasta el año 525, cuando Dionisio el Exiguo, un monje escita con un bagaje matemático importante, estableció una normativa a partir de unos criterios procedente de la iglesia de Alejandría”, señaló.

La norma es la de que el Domingo de Pascua nunca puede tener lugar ni antes del 22 de marzo ni después del 25 de abril, pero “no es tan sencilla como parece a la hora de ponerla en funcionamiento”. La razón está en que el equinoccio de la primavera en el hemisferio norte, “que no tiene una fecha fija, es decir cambia entre el 20 y 22 de marzo y, de no hacer bien las cuentas con criterios astronómicos, podría llevar a confusiones a la hora de calcular el primer plenilunio”, comenta Sanz Requena a Ical.

Además, recuerda que hay que tener en cuenta que la fecha local del plenilunio puede cambiar de un día de acuerdo con el emplazamiento geográfico. Otro aspecto “muy importante” es que se buscaba diferenciar la Pascua Cristiana de la Judía, por lo que “no podían caer las dos en la misma fecha”.

De esta manera como se ve, a pesar del intento de Dionisio, “la cosa no era nada fácil”. Así, una vez tenidos en cuenta todos estos “problemas” se decidió hacer una regla que fuese completa y además, que es lo más importante, “correcta”. Y la cosa quedó así, tal y como recuerda el profesor de la UEMC: el domingo de Pascua es el siguiente a la primera luna llena 'eclesiástica' (un plenilunio ficticio definido por la Iglesia mediante unas tablas numéricas) que se da tras el 21 de marzo. Es decir, que esta regla lleva implícito que cuando el plenilunio eclesiástico cae en domingo, la Pascua se celebra el domingo siguiente, lo cual impide que coincida con la judía. “Todo arreglado. Sí, pero aún así la regla es engorrosa”, ironiza Sanz Requena.

Afortunadamente no hay que recurrir a esta regla “completa y exacta más que en contadas ocasiones y la regla simple, aunque no correcta del todo, suele funcionar para un gran número de años”.

Así visto se entienden los cambios de fechas y restricciones. Es decir, la Pascua de Resurrección nunca puede ser antes del 22 de marzo (cuando el plenilunio sucede un 21 de marzo, que además es sábado), ni después del 25 de abril (cuando hay plenilunio el 20 de marzo y, además, el 18 de abril –fecha del siguiente plenilunio- es un domingo, lo que hace retrasar la Pascua de una semana).

En realidad, este tema no se quedó ahí, ya que durante el Renacimiento se compilaron tablas para calcular la fecha de la Pascua, algunas de ellas en función del número áureo. Pero pronto se desarrollaron diferentes algoritmos algebraicos. El más popular es el algoritmo de Gauss, que permite calcular la fecha de la Pascua mediante cinco operaciones aritméticas sencillas, sostiene el físico.
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